martes, 15 de febrero de 2011

SALUDO INICIAL DE PRENSA POPULAR COMUNISTAS MIRANDA

La Prensa Comunista juega un papel de gran importancia en el desarrollo de cualquier movimiento revolucionario.Como integrante de la Red de Comunicación Comunista Mirandina (REDECCOMI) les presentamos en nuestra Revista Ñángaras la primera entrada del periódico regional mirandino en internet "Prensa Popular Comunistas Miranda", la cual contiene importante información y orientaión sobre la prensa Comunista.

SALUDO INICIAL DE PRENSA POPULAR 

COMUNISTAS MIRANDA

SALUDO INICIAL DE PRENSA POPULAR COMUNISTAS MIRANDA

Por: Faustino Rodríguez Bauza

"Vuelve "Prensa Popular".- Antes, como un pequeño periódico de tamaño octavo con ocho páginas, circuló primero cada mes, después quincenario, y en un período electoral como semanario, incluído en Tribuna Popular, circulado de mano en mano, o en las batidas de TP, jornadas de propaganda y trabajo celular, al precio de "lo que usted pueda contribuír" para sostenerlo, como órgano del Comité Regional del Partido Comunista de Venezuela en el Estado Miranda.

Formó parte de un Plan de Organización del PCV, de Propaganda y Agitación, que comprendía otros pequeños periódicos en los Municipios Mirandinos, de los cuales llegaron a hacer circular sus periódicos:Los Teques; Carrizal; San Antonio Salias; Petare;Baruta; Chacao; Ocumare; Caucagua;y en combinación intermunicipios:: Guarenas/Guatire; Sta.Teresa/Sta.Lucía/Yare; Charallave/Cúa; Río Chico/resto de Barlovento

Rindieron su objetivo de hacer nuclear y avanzar al Partido en cuanto a crecimiento y organización en unos sitios, penetración y creación en otros, de vinculación con la población , de mejorar el trabajo organizativo, sobre todo en cuanto a darle un mayor ritmo y frecuencia de actividad a los organismos de dirección y de base, sirvieron a la orientación política regional y local, y al aumento de la actividad del PCV en general.

Es decir, la confirmación del planteamiento del camarada Lenin, de que el periódico Comunista es un educador del Partido, de los comunistas, formador de conciencia en la clase obrera y en toda la población que atendemos, un propagandista y educador colectivo, es el encargado de hacer públicos los problemas y reclamos de la población, un agitador colectivo.

Este periódico diario Comunista en Internet, junto con todo eso señalado antes, será, principalmente, un organizador colectivo del Partido Comunista, de la Clase Obrera y de los sectores populares, en el proceso de conducción de la lucha de clases del y por el proletariado en el combate contra el dominio burgués en el capitalismo, en la lucha por la marcha al socialismo-comunismo formación económico social esta última que garantizará la liberación de la humanidad en general de la tortura de la explotación.

Ahora, volvemos con Prensa Popular, en una segunda época, de acuerdo a los avances de la comunicación en el mundo, como un portamensajes diario digital, dispuestos a cumplir con las formulaciones leninistas, que siguen vigentes, y cada vez más vivas, en la aplicación de estas nuevas formas de comunicación, ahora como Prensa Popular Comunistas Miranda, periódico diario digital en Internet. 

Será un educador, propagandista, agitador y organizador colectivo, sólo que más rápido, al día--como diario--y al minuto en las circunstancias que lo requieran. Ahora formando parte de un conjunto de periódicos digitales Comunistas, publicados a uno por Municipio --que ya precedieron en su aparición a este propio Organo Regional Mirandino de Información y Opinión, en esta versión digital del Plan anterior-- y con la ambición de que el PCV de Miranda, entendiendo la necesidad de estos canales de comunicación, pueda llegar hasta el nivel de periódicos de Parroquia y de Células.

Se ha asomado el Plan como una idea más completa :: llegar a que se convierta en un Plan Nacional, con un órgano digital por cada Estado y cada Municipio, para así cumplir con la necesidad de construír un instrumento de comunicación amplio del Partido Comunista de Venezuela, a la altura del Partido Comunista que requiere la Revolución Venezolana, para la formación política y teórica de la Clase Obrera, como dirigente colectivo indiscutible del proceso revolucionario venezolano y garantía verdadera de su continuidad hasta la meta del comunismo, sin vacilaciones ni tambaleos teóricos que la puedan afectar.

Toda Revolución requiere de dos factores fundamentales para avanzar y consolidarse: una Clase Obrera consciente de su destino como clase dirigente revolucionaria, consciente de la necesidad de su Organización y de su papel de vanguardia como verdadero dirigente de la Revolución y creadora, al lado de su Partido,-- el Partido de vanguardia, el Partido de los Comunistas, con sus luchas y dirección--, creadora, recalcamos, del marco teórico y político-operativo en el camino del proceso revolucionario,  en la lucha de clases contra el capitalismo.

Marco teórico y político-operativo que deberá regir el accionar diario de la organización política revolucionaria y de sus dirigentes, quienes deberán interpretar y seguir esa conducción de la Clase y el Partido para la ejecución de los Planes y tareas diarias del combate revolucionario dentro del capitalismo,  en todas las luchas diarias reivindicativas , dentro de la lucha de clases por los intereses de la clase obrera en el marco de las sociedades capitalistas.

Lucha que a la vez se integra en la lucha de la Clase Obrera y su Partido, el Partido Comunista, en la lucha por el poder para avanzar al Socialismo_Comunismo. Así como, igualmente, en el caso de lograrse un poder popular,---al lograrse la toma del poder---- en el proceso  del manejo consecuente del poder y del gobierno, revolucionario, para que se marche resueltamente y sin vacilaciones hacia la sociedad sin clases, hacia el Comunismo. Es ese el secreto del éxito de cualquier proceso revolucionario.

La prensa revolucionaria de la Clase Obrera juega un papel importante en este sentido.- Y la prensa comunista, más todavía, porque no se puede desligar a los Partidos Comunistas de la Clase Obrera, de la que provienen y al servicio de la cual están, ni a la Clase Obrera de sus Partidos Comunistas, a los cuales necesitan como su ayuda principal como factores creadores de conciencia, de integradores de las luchas populares y de organizadores.

Por eso :: Clase Obrera y Partido Comunista forman una unidad indisoluble en el proceso revolucionario. Y los periódicos comunistas son precisamente una expresión y ayuda de orientación y organización de esa unidad.

Al lado de este trabajo partidario, por supuesto, estará también el ayudar a la orientación de nuestra Juventud Comunista, a su construcción y ampliación, como el destacamento fundamental de la construcción de una conciencia y organización de trabajo revolucionaria entre la Juventud venezolana, como reserva y garantía de la continuidad del Partido y del proceso revolucionario a largo plazo,y de la marcha hacia el Socialismo en vías al Comunismo.

Prensa Popular Comunistas Miranda asumirá permanentemente su papel como un instrumento de orientación política en cuanto a la aplicación de la línea Política del Partido Comunista de Venezuela en este Estado y en todos los Municipios, de los planteamientos a que esto lleve en los casos específicos del propio Estado, de la Política Regional Comunista en Miranda, y en sus Municipios, en sus distintas circunstancias, como es la del dominio completo del poder en los Municipios con gobernantes del proceso, como también en aquéllos donde domina el oposicionismo golpista y fascistizador.

Prensa Popular Comunistas Miranda será también un instrumento de promoción de las luchas populares y reivindicativas en el Estado Miranda, de la organización sindical de los trabajadores y el campesinado, de las movilizaciones de la clase obrera, del campesinado, de los estudiantes y la juventud, de las mujeres, de los habitantes de los barrios.

Será muy particularmente un impulsor en la construcción del Poder Popular: de los Consejos Comunales y Comunas, de  los Consejos de Trabajadores, y ayudará en las luchas por el logro de la mejor representación Comunista y Popular en los Componentes del Poder en escala Regional y Local, Ejecutivos y Legislativos,: Gobernación, Alcaldías, Consejo Legislativo, Concejos Comunales, Comunas, Juntas Parroquiales y para reflejar todas las luchas que se den por el pueblo basándose en las representaciones Comunistas y Populares en ellos. 

Será así mismo Prensa Popular Comunistas Miranda un factor de expansión de la Lucha por la Paz y Antifascista, contra las Guerras e Invasiones Imperialistas, por conseguir un Mundo Multipolar, por ayudar al Proceso de Descolonización de todos los pueblos aún oprimidos, un divulgador de las luchas de la Clase Obrera en todo el mundo, poilíticas y sindicales, de las luchas de los pueblos en general contra el Capitalismo y por el avance al Socialimos_Comunismo. 

En síntesis un practicante fiel y seguro del Internacionalismo Proletario, será un Camarada acompañante --a través de su acción de comunicación solidaria --- de todas las luchas de la Clase Obrera, los Pueblos y los Comunistas del mundo, y será un consecuente practicante de  la Solidaridad, de las denuncias contra las persecusiones y de solidaridad con los presos y secuestrados por estas luchas.

En Venezuela, en el Año del Sesenta Aniversario del Periódico ejemplo de luchas al servicio de la Clase Obrera--no sólo ya en Venezuela y América, sino para todo el mundo-- Tribuna Popular, la aparición de la Red de Periódicos y de Comunicación Mirandina, con Prensa Popular Comunistas Miranda como el Diario Digital Regional de Información y Opinión, y los periódicos Municipales ya en marcha, constituyen el mejor homenaje en este Sesenta Aniversario del ahora Diario Digital del Partido Comunista de Venezuela, y también tabloide impreso quincenario --Tribuna Popular.TP.

Puede haber algunas dudas--y las hay--acerca de la pertinencia de la Comunicación digital, porque hay quienes piensan que poca gente acude a la lectura de digitales. Al contrario, eso está creciendo y mucho. Y Venezuela se encuentra ya entre los países de mayor crecimiento al respecto. Y además entre los que tienen mayor cantidad de lectores de digitales en América Latina..Los Comunistas no vamos   a ser la excepción.

Además el Programa de extensión previsto para este servicio de comunicación digital y creación de Infocentros nos permitirá mayores facilidades a futuro. Y de haber retardo o detención de dicho Programa constituye una buena tarea la lucha por los Infocentros hasta en el más apartado barrio y caserío del País.

Y, por supuesto, es bueno también recalcar la necesidad de la alfabetización del Partido Comunista de Venezuela en esta rama, si queremos, de verdad, ser Partido vanguardia de la Revolución.O lo hacemos, o nos estancamos y quedamos atrás.

Nos resta, entonces, un saludo a la población mirandina, y de los otros Estados y sitios donde nos visiten en http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com/ que será nuestra dirección digital.Damos nuestro saludo inicial a la clase obrera venezolana, a nuestros aliados, amigos y simpatizates del PCV, a los afiliados y miembros del Partido. 

Les damos nuestro saludo revolucionario comunista inicial y esperamos que nos ayuden a conseguir visitantes permanentes para nuestra página, que contribuyan con el envío de comentarios, informaciones y opiniones a nuestro correo pcvmirandasrp@gmail.com ,  y que nos promuevan trabajando en la copia y divulgación de nuestros materiales, que nos apoyen en la participación directa en los colectivos de edición de éste y los otros periódicos a editar en Miranda, y asegurarles de nuestra parte el máximo esfuerzo posible para cumplir con el objetivo que nos hemos propuesto.

Nuestro mayor esfuerzo será porque pronto Prensa Popular Comunistas Miranda sea un sitio anpliamente visitado, al que se le tenga confianza y seguridad en sus opiniones e información, y porque demos un buen ejemplo que esperamos sea también simultáneo con otras regiones del PCV.

Comunistas Siempre, Al Comunismo Vamos: Venceremos!!

Redacción Prensa Popular Co
munistas Miranda/F.R.B.

Fuente: Prensa Popular Comunistas Miranda/Revista Ñángaras

http://aquiestan-comunistas.blogspot.com/

Correo: pcvcarrizal@gmail.com


viernes, 14 de enero de 2011

ESTATUTOS DEL PARTIDO COMUNISTA DE VENEZUELA

ESTATUTOS DEL PARTIDO COMUNISTA DE VENEZUELA

A continuación publicamos los Estatutos del Partido Comunista de Venezuela PCV, aprobados en el XI Congreso Nacional del PCV de fecha 8, 9 y 10 de marzo del 2002 que en su Artículo 1 lo definen como “El Partido Comunista de Venezuela; fundado el 5 de marzo de 1931, es el Partido Político de la clase obrera y de los trabajadores y trabajadoras en general, su vanguardia, su forma superior de organización, que defiende consecuente y tenazmente sus intereses y los del pueblo que se funden con los de la nación venezolana. Es la unión voluntaria de las y los comunistas basada en la comunidad de intereses de los trabajadores y las trabajadoras, y de todo el pueblo que se funden con los de la nación venezolana.

Se guía por la concepción científica del Marxismo-Leninismo, el ideal emancipador, antiimperialista e integracionista de Simón Bolívar y por los principios del internacionalismo proletario, la solidaridad internacional con los pueblos que luchan por su liberación nacional, la democracia popular, el progreso, el bienestar social y el Socialismo.

El PCV es una suma de organismos que constituyen un instrumento fundamental para conducir a la clase obrera, a todos los trabajadores y trabajadoras y al pueblo, a la conquista del poder político, lograr la ruptura de la dominación del imperialismo, en especial del norteamericano, y el de los grandes grupos monopólicos transnacionales y sus aliados nacionales, y avanzar en la construcción del socialismo.

En ese camino, el PCV lucha por la unidad ideológica, política y orgánica de la clase obrera y, en general del movimiento de los trabajadores, en función de construir la alianza más amplia con el campesinado, las capas medias y demás sectores patrióticos, democráticos y revolucionarios, dispuestos a contribuir para llevar a cabo las tareas de la revolución venezolana y hacer a nuestra patria realmente libre, democrática, prospera y soberana”.

ESTATUTOS DEL PARTIDO COMUNISTA DE VENEZUELA P.C.V.

XI Congreso Nacional del PCV

Caracas, 8, 9 y 10 de marzo del 2002

TÍTULO I

DEL PARTIDO Y SUS FINES

Artículo 1. El Partido Comunista de Venezuela; fundado el 5 de marzo de 1931, es el Partido Político de la clase obrera y de los trabajadores y trabajadoras en general, su vanguardia, su forma superior de organización, que defiende consecuente y tenazmente sus intereses y los del pueblo que se funden con los de la nación venezolana. Es la unión voluntaria de las y los comunistas basada en la comunidad de intereses de los trabajadores y las trabajadoras, y de todo el pueblo que se funden con los de la nación venezolana.

Se guía por la concepción científica del Marxismo-Leninismo, el ideal emancipador, antiimperialista e integracionista de Simón Bolívar y por los principios del internacionalismo proletario, la solidaridad internacional con los pueblos que luchan por su liberación nacional, la democracia popular, el progreso, el bienestar social y el Socialismo.

El PCV es una suma de organismos que constituyen un instrumento fundamental para conducir a la clase obrera, a todos los trabajadores y trabajadoras y al pueblo, a la conquista del poder político, lograr la ruptura de la dominación del imperialismo, en especial del norteamericano, y el de los grandes grupos monopólicos transnacionales y sus aliados nacionales, y avanzar en la construcción del socialismo.

En ese camino, el PCV lucha por la unidad ideológica, política y orgánica de la clase obrera y, en general del movimiento de los trabajadores, en función de construir la alianza más amplia con el campesinado, las capas medias y demás sectores patrióticos, democráticos y revolucionarios, dispuestos a contribuir para llevar a cabo las tareas de la revolución venezolana y hacer a nuestra patria realmente libre, democrática, prospera y soberana.

TITULO II

DE LOS MIEMBROS Y LAS MIEMBRAS

Artículo 2: Podrá ser miembro o miembra del Partido Comunista de Venezuela, toda persona mayor de 18 años, que exprese su voluntad de serlo, que sea aceptada como tal luego de cumplir el período de afiliación, que acate y aplique el Programa, la Línea Política y los Estatutos; milite en una célula, cumpla las tareas que se le asignen, y pague puntualmente las cotizaciones establecidas.

Todo y toda militante de la Juventud Comunista de Venezuela que pase al Partido, lo hará directamente a una Célula en calidad de miembro o miembra.

Artículo 3: Todo miembro o miembra del Partido tiene los siguientes deberes

a. Elevar continuamente su nivel ideológico y político, así como profundizar en el conocimiento de la realidad local, regional, nacional e internacional, mediante el estudio colectivo e individual, esforzándose para que todo el Partido asimile los fundamentos del Marxismo-Leninismo y desarrolle la teoría de la Revolución Venezolana.

b. Divulgar y defender la política del Partido y su ideología. Difundir su prensa, literatura y demás publicaciones. Ejercer una amplia iniciativa en la lucha ideológica y por la aplicación de la Línea Política del Partido dentro de la esfera de acción que le competa, informando de sus actuaciones a los organismos correspondientes.

c. Fundir nuestra práctica política con los intereses de las masas, preocuparse continua y oportunamente de sus problemas y necesidades, conocer sus aspiraciones e inquietudes, aprender de ellas y luchar con ellas por sus reivindicaciones inmediatas y mediatas; explicarles ampliamente el sentido de la política y de las resoluciones del Partido, contribuyendo al desarrollo de su combatividad y su conciencia revolucionaria, procurando con esta actividad el avance de la revolución y captar nuevos afiliados al Partido.

d. Practicar la disciplina consciente, que es igual para todos los militantes del Partido independientemente de sus méritos y responsabilidades; debiendo cumplir las tareas fijadas por el organismo en que milita y por los organismos de dirección del Partido. El pagar puntualmente las cotizaciones y día de salario es componente fundamental de la disciplina y compromiso comunista.

e. Aplicar y desarrollar en los organismos de base y de dirección la critica y la autocrítica. El ejercicio permanente de este método constituye el elemento analítico que permite evaluar correctamente el contenido y práctica de la actividad partidista, posibilita el mejoramiento continuo de ella y forma parte destacada de la democracia interna. En tal sentido, todo militante debe dar a conocer oportunamente a los organismos dirigentes del Partido, incluso al Comité Central, las fallas, errores y omisiones en el trabajo, sean de uno de los organismos de base u organismos dirigentes, de sus miembros o de sus dirigentes, así como formular acusaciones debidamente fundamentadas sobre actividades contrarias al Partido o al interés popular. El cumplimiento de este deber no debe ni puede ser impedido.

f. Desarrollar la fraternidad comunista, parte fundamental de la unidad de voluntades de los miembros del Partido. La honestidad; sinceridad y lealtad, la firmeza frente al enemigo de clase y en la defensa de los intereses del Partido, de la clase obrera y del pueblo; la correcta formación de sus hijos, siendo ejemplo en el hogar y buen camarada con sus compañeros de trabajo y sus vecinos, son contenidos insustituibles de la moral comunista;

g. Ejercer la vigilancia revolucionaria y guardar secreto sobre las cuestiones que estime conveniente el Partido. Todo militante o afiliado que haya sido detenido, está obligado a presentar de inmediato un informe detallado de lo sucedido y enviarlo al organismo en que milita, el cual lo pasará al organismo de dirección correspondiente.

h. Practicar la solidaridad proletaria con quienes sufren persecución, prisión y exilio a causa de sus luchas por la defensa de los intereses de la clase obrera y el pueblo.

i. Velar para que en la designación de cargos de dirección del Partido se cumpla fielmente con las normas relativas a la acertada selección de los cuadros, de acuerdo a sus cualidades teóricas y prácticas, su espíritu de abnegación y sacrificio, su moral revolucionaria; su consecuencia con el Programa, Línea Política y Estatutos del Partido, su fidelidad a la clase obrera y al pueblo.

j. Pertenecer y hacer vida activa en su respectivo sindicato o en la organización de masas que guarde relación con su trabajo o actividad; crear o participar en la fracción de los comunistas, esforzándose por imprimirles una correcta orientación en defensa de los intereses de la clase obrera y el pueblo; trabajar por crear las organizaciones reivindicativas y populares donde no las haya.

k. En caso de cambiar de residencia, solicitar y obtener el pase correspondiente, indispensable para reincorporarse al Partido en la nueva ubicación. El Secretario Político o el Secretariado de la Célula será responsable del otorgamiento del pase, el cual deberá firmar el primero y conformar el Secretario de Organización del Comité Local, si el traslado fuese dentro de la misma entidad, o el Secretario de Organización Regional, si el traslado fuese para otra región. Si no se cumpliere este requisito la Célula a la cual ha sido trasladado el militante deberá exigir el pase a través del organismo superior.

Artículo 4: Son derechos de los miembros y miembras:

a. Participar en su organismo respectivo en el examen libre y concreto de las cuestiones del Partido y tomar parte en la elaboración de su línea política, aportando las experiencias acumuladas en su aplicación práctica y su desarrollo teórico.

b. Elegir y ser elegido o elegida para los organismos dirigentes del Partido en base a las condiciones que establecen los presentes Estatutos.

c. Participar personalmente ante los organismos correspondientes y en todos aquellos casos en que se adopten decisiones sobre su actuación o conducta, salvo cuando razones de seguridad del Partido obliguen a lo contrario.

d. Criticar en forma constructiva, en los organismos correspondientes del Partido, a cualquiera de sus miembros. El juicio negativo y gratuito es impropio de los comunistas.

La crítica destinada a corregir errores y fallas del Partido sólo debe hacerse en los organismos regulares. El derecho a ejercer la crítica no puede ser coartado en el seno del Partido. Quien no practica la crítica o la impide y la reemplace por el halago, el amiguismo o el afán destructivo, causa un grave daño el Partido y a la revolución, debiendo ser sancionado en los términos que establecen los presentes Estatutos.

e. Plantear toda clase de cuestiones que, a su juicio, contribuyan a la aplicación del Programa, los Estatutos y la Línea Política y organizativa, dirigiéndose a los organismos correspondientes en cualquier momento, particularmente durante el proceso de realización de cada Congreso, desde la fecha de la publicación de su convocatoria hasta su culminación.

f. Apelar al organismo inmediato superior de las decisiones con las cuales no esté de acuerdo, pudiendo hacer llegar sucesivamente su apelación hasta el Comité Central, la Conferencia Nacional y el Congreso. Sin embargo, durante el trámite que siga a la apelación, quien impugna debe cumplir la decisión tomada.

g. Pedir al organismo correspondiente y al Comité Central cuando se trate de cuestiones de carácter nacional, que sí lo considera útil y conveniente dé a conocer sus opiniones al colectivo partidista al nivel correspondiente, a través de los canales regulares del Partido.


TITULO III

DE LOS AFILIADOS Y AFILIADAS

Artículo 5: La persona que desee ingresar al Partido Comunista de Venezuela lo hará en forma individual y bajo la condición de afiliada. Se considera como afiliada al Partido Comunista de Venezuela toda persona mayor de 18 años, que de acuerdo con los establecido en los Estatutos formalice su solicitud de inscripción, avalada por uno de los miembros o las miembras del Partido, y le sea aprobada por la Célula correspondiente.

La condición de afiliado o afiliada corresponde al período de preparación ideopolítica básica y de comprobación de la disposición militante de la persona aspirante. Es un candidato o una candidata a militante que debe demostrar en la teoría y la práctica su decisión de serlo.

Artículo 6: Los afiliados y afiliadas tendrán los siguientes derechos:

a. Asistir a las reuniones formativas que los organismos del Partido convoquen para conocer el programa, los Estatutos y la Línea Política.

b. Participar en las reuniones de células a las cuales sea convocado.

c. Expresar en estas sus opiniones sobre los temas tratados.

d. Ser dotado o dotada del Carnet de afiliado o afiliada.

e. Formar parte de los núcleos de afiliados que se crearen para su mejor atención y desarrollo, en los cuales tendrán derecho a voz y voto.

f. Derecho a voz en los organismos celulares a que sean invitados, pero no pueden votar ni ser electos a cargos de dirección.

Artículo 7: Los afiliados y afiliadas tendrán las siguientes obligaciones mínimas:

a. Aplicar la política del Partido.

b. Asistir a las reuniones para las cuales se les convoque.

c. Difundir las consignas, prensa y literatura del Partido.

d. Captar nuevos afiliados y afiliadas.

e. Cancelar la cuota de afiliación que se le asigne.

f. Cumplir las tareas que acuerden los organismos.

Artículo 8: Los afiliados y afiliadas que al finalizar el período estatutario mínimo, no sean propuestos como miembros, podrán mantenerse durante un nuevo período en tal condición, debiendo el organismo correspondiente continuar el trabajo ideológico y político. Quienes por actitudes personales o políticas no resulten dignos de ser admitidos como miembros del Partido, deberán ser rechazados por la célula u organismo que atiende el núcleo de afiliados.

El lapso de afiliación durará seis (6) meses, sin embargo, la célula queda facultada para promover el afiliado o afiliada a condición de militante antes de dicho período, previa aprobación del organismo inmediato superior.

Artículo 9: Cuando se trate de personas que hayan estado marginadas, la Célula o el organismo de dirección correspondiente resolverán directamente sobre su reincorporación al Partido, previa comunicación explicativa de su actividad durante el período de su desincorporación. La Célula informará al Comité Local o al Comité Regional, según sea el caso.

El ingreso de personas que hayan sido dirigentes o dirigentas nacionales o regionales dé otros partidos, será resuelto directamente por el Comité Central.

Cuando se trate de dirigentes o dirigentas locales o de base, la decisión será tomada por el Comité Regional o el Comité Local correspondiente.

Parágrafo Único: en todos los casos, sin excepción, debe cumplir la persona con el período de afiliación correspondiente.

Artículo 10: Cualquier afiliado o afiliada cuyo ingreso como miembro le haya sido negado, tiene derecho a solicitar le sea considerada su situación por parte del organismo de dirección inmediato superior.

TITULO IV

DE LA VIDA INTERNA DEL PARTIDO

Artículo 11: El Partido Comunista se rige por el .principio del centralismo democrático que establece:

1. El ejercicio de la Dirección Colectiva. Este es el principio rector de la vida interna y actividad del Partido, está estrechamente unido a la responsabilidad individual y se complemente con ella. El individualismo y el culto a la personalidad son extraños a este principio. Todos los organismos del Partido, particularmente el Comité Central, velarán porque:

a) Todos los camaradas participan con igual derecho en la .elaboración, aplicación y difusión de la línea política del Partido. En consecuencia, todos los organismos dirigentes del Partido tienen la obligación de recabar constantemente la opinión de los organismos de base, estudiar su experiencia y las de las masas donde actúan y tomarlas en cuenta para la elaboración de la Línea Política y las decisiones que se adopten.

b) Ningún dirigente o dirigenta concentre en la práctica tanto poder de decisión que de hecho le coloque por encima de la dirección colectiva y del Partido.

c) Las reuniones de los organismos del Partido sean presididas en forma rotatoria y que igual norma se aplique en la presentación de informes o ponencias, salvo excepciones justificadas.

d) Sólo se adopten decisiones individuales en casos de emergencia, debiendo dicha decisión, para que sea definitiva, ser aprobada posteriormente por la mayoría del colectivo. Toda decisión colectiva anula cualquier decisión individual en el nivel respectivo.

e) Tanto pública como internamente y en todos sus actos, la representación de la dirección del Partido sea un fiel reflejo del principio de la dirección colectiva.

f) Las cualidades y virtudes del dirigente o dirigenta y militante realcen la moral y el prestigio del Partido.

2. Acatamiento por la minoría de las decisiones de la mayoría, manteniendo el o la militante su derecho a sostener sus opiniones en el seno del organismo en que milite, sin entorpecer la decisión adoptada y cumpliéndola en todas sus partes y contenidos. Este principio garantiza la unidad de voluntades y de acción del Partido en el logro de los objetivos que se plantee. Es contraria a la vida interna del Partido la existencia de grupos fracciónales en su seno y, en consecuencia, su existencia será sancionada según los Estatutos.

3. Sujeción de los organismos intermedios o de base a las decisiones de las instancias superiores, con el objeto de garantizar la cohesión y coherencia ideológica, política y orgánica del Partido.

4. Elección y remoción de todos los órganos de dirección del Partido de abajo hacia arriba. Todos los organismos del Partido serán electos democráticamente, ya sea por el voto directo de los miembros y miembras en la organización de base o por el voto de sus delegados y delegadas en las demás Instancias del Partido. A todo evento, cada elector o electora tendrá derecho a presentar y objetar candidatos y candidatas, procediéndose después de cerrada la postulación de candidatos y candidatas a conceder un tiempo prudencial para discutir en el seno del organismo, las cualidades y méritos de los propuestos y las propuestas o hacerles observaciones y criticas, dirigidas a mejorar su conducta o actividad en el Partido y entre las masas. El Comité Central dictará un reglamento sobre elecciones en el seno del Partido. Queda a salvo lo establecido en el Parágrafo Único del artículo 18 y artículo 63 de estos Estatutos.

5. Ejercicio de la crítica y la autocrítica en el seno del respectivo organismo de militancia o en el organismo de  dirección correspondiente. Este principio está dirigido a superar las fallas, deficiencias, omisiones y errores del organismo, del o la militante. Es un medio probado para desarrollar al Partido y fortalecer su disciplina. Todo y toda militante del Partido tiene derecho a opinar en su organismo sobre la marcha del trabajo de cualquier secretario u organismo, sea de base o de dirección, así como a formular críticas y sugerencias para mejorar el trabajo.

6. Rendición de cuentas. Obligación de los organismos dirigentes de informar periódicamente de su actuación, de manera especial con ocasión de cada Conferencia o Congreso, a los organismos medios y de base y de éstos a los organismos superiores de dirección.

7. Ejercicio de una permanente vigilancia revolucionaria por parte del colectivo del Partido, que permita la cabal aplicación y respeto de los principios, métodos y disciplina comunistas, a fin de identificar y sancionar las infiltraciones del enemigo de clase, y detectar los problemas que amenacen la estructura y unidad del Partido, para impedir que se creen y se desarrollen situaciones que puedan descomponer al Partido. El Comité Central está en la obligación de informar oportunamente sobre la situación interna del Partido cuando en un momento determinado se presente una situación que amenace la unidad del mismo, y tomará las medidas para garantizar que esta información llegue a todos los organismos de base.

Artículo 12: Los secretarios o secretarias de los organismos del Partido en los diferentes niveles, responderán por la buena marcha o fallas de sus actividades ante el organismo que los designó y al que están obligados a rendir cuenta periódicamente de su trabajo.

Artículo 13: Todas las cuestiones de carácter nacional e internacional, y aquellas para las cuales se requiere decisión única en escala nacional, serán resueltas por los órganos de dirección nacional y así sucesivamente a nivel regional y local, en beneficio de la coherencia y cohesión del Partido, y para garantizar su unidad de voluntad y de acción.

Artículo 14: Los miembros y miembras del Partido pueden efectuar una discusión libre sobre todas las cuestiones de la política en sus organismos correspondientes y pueden presentar sus propuestas a los organismos superiores. Una vez que el organismo dirigente toma una resolución, todos tienen que someterse a ella. Si un organismo inferior considera que la decisión no corresponde a la situación real de su zona o región, puede solicitar su modificación, pero mientras tanto la resolución queda plenamente vigente y debe ser cumplida. Si la organización superior ratifica su decisión, ésta debe ser llevada a la práctica disciplinadamente.

Artículo 15: El examen libre y concreto de las cuestiones de la política del Partido en las diversas organizaciones es un derecho inalienable de cada uno de sus miembros y miembras, y emana de la democracia interna del Partido. Únicamente sobre la base de esta democracia interna puede desplegarse la autocrítica y fortalecerse la disciplina del Partido, que debe ser consciente y no mecánica.

Artículo 16: El partido desarrollará su actividad haciendo uso de loa métodos de planificación, lo cual implica que, tomando como base el programa y la línea política, precisará objetivos y metas, establecerá prioridades, jerarquizará regiones y frentes de trabajos, asignará recursos materiales y equipo humano, y establecerá mecanismo de control, seguimiento, evaluación y reajustes por períodos anuales o semestrales. Esta concepción se implementará a todos los niveles e instancias de la organización.

TÍTULO V

DE LA ORGANIZACIÓN Y FUNCIONAMIENTO DEL PARTIDO

CAPÍTULO I

DEL SISTEMA DE ORGANIZACIÓN Y SUBORDINACIÓN

Artículo 17: El sistema de organización del Partido Comunista de arriba abajo es el siguiente:

a. Los organismos dirigentes para todo el país: Congreso Nacional, Conferencia Nacional, Comité Central y Buró Político.

b. Los organismos dirigentes en cada región: Conferencia Regional, Comité Regional, Secretariado Regional.

c. Los organismos dirigentes de cada localidad: Conferencia Local, Comité Local y Secretariado Local.

d. Los organismos dirigentes para las células: Conferencia de Célula, Asamblea de Célula y Secretariado de Célula.

Artículo 18: El sistema de subordinación, de responsabilidad y de apelación de las decisiones del Partido de abajo arriba es el siguiente: Secretariado de Célula, Asamblea de Célula, Conferencia de Célula, Comité Local, Conferencia Local, Comité Regional, Conferencia Regional, Buró Político, Comité Central, Conferencia Nacional y Congreso Nacional.

Parágrafo único: La creación de nuevas organizaciones del Partido, la intervención o la disolución de algunas de las existentes, deben efectuarse por decisión del organismo inmediato superior.

Artículo 19: El PCV se organizará en general tomando en cuenta la división político-territorial del país. En los Estados, Municipios o Parroquias donde se haya producido un elevado desarrollo del Partido, podrán funcionar uno o más organismos del mismo nivel, en cuyo caso se creará una coordinación para asegurar la unidad política y de acción en dichos espacios geográficos. En aquellos centros laborales de alto concentración poblacional, podrán constituirse organismos de dirección específicos.

Artículo 20: Para impulsar el desarrollo y fortalecimiento del Partido entre la clase trabajadora y en aquellas áreas que por su extensión e importancia así lo requieran, se podrán crear organismos de dirección a los niveles local y regional, independientemente de la demarcación político-territorial.

En todos los casos la decisión será adoptada por el Comité Central, a propuesta de algún organismo intermedio o de base o por propia iniciativa. En dicha resolución precisará el organismo del cual dependerá. En lo sucesivo los organismos así creados, serán electos por las conferencias respectivas.

El Comité Central podrá pasar el control organizativo de localidades de una entidad federal al Comité Regional de otra entidad federal siempre que esto contribuya a mejorar el funcionamiento del Partido. En todo caso la medida será tomada en consulta con los organismos de dirección de las zonas involucradas.

De Igual manera, cuando lo exijan necesidades organizativas concretas, los Comités Regionales podrán autorizar a los Comités Locales para crear en su jurisdicción Comités de Radios que atiendan a grupos determinados de células.

Artículo 21: En cada caso se requerirá de un estudio previo de la situación, para comprobar que existe la necesidad del organismo que se propone crear. Asimismo, deberá hacerse constar en la resolución el área y límites de la jurisdicción en que debe actuar el organismo regional, zonal o local creado.

CAPÍTULO II

DE LA CÉLULA

Articulo 22: La organización dirigente de base del Partido Comunista de Venezuela es la Célula, que puede constituirse en el sitio de trabajo, estudio o residencia de los y las militantes, o puede conformarse para cumplir funciones especiales.

Artículo 23: La decisión sobre el tipo y carácter de Célula a constituir depende de las condiciones políticas existentes, del medio donde se desenvuelve su militancia y de los intereses del Partido, siendo determinada por el organismo inmediato superior.

Artículo 24: La Célula es el organismo de base y regular de militancia política del y la comunista. Tiene la función de vincular estrechamente al Partido con la clase trabajadora, las masas campesinas, las capas medias profesionales y todos los sectores populares.

Son sus tareas:

a. Aplicar en el movimiento de masas el Programa y la Línea Política del Partido, realizando labores de agitación, propaganda, organización, información y finanzas.

b. Difundir la prensa y la literatura partidista y elaborar su propia propaganda sobre problemas específicos.

c. Realizar una permanente denuncia sobre el sistema capitalista en general y sobre el imperialismo en particular, destacando la misión histórica de la clase trabajadora y la necesidad de luchar por el socialismo.

d. Captar sistemáticamente nuevos afiliados y nuevas afiliadas para el Partido, educarles política e ideológicamente y en el combate directo con el enemigo de clase.

e. Dirigir y controlar la actividad de sus miembros y miembras, afiliados y afiliadas en las organizaciones de masas a las cuales activen.

f. Plantear las reivindicaciones de los trabajadores y las trabajadoras, y de la población del lugar en que actúan, ayudándoles a organizar la lucha por el logro de ellas y ligándolas a la lucha general del movimiento obrero y del pueblo por la liberación nacional, el socialismo y el comunismo.

g. Mantener una activa vigilancia para evitar la infiltración de provocadores o provocadoras y observar siempre una actitud intransigente ante las debilidades que se tengan frente al enemigo.

h. Tender, a través de la crítica y la autocrítica, a la corrección de los errores y fallas, garantizando el cumplimiento de los deberes y el ejercicio de los derechos de cada militante.

i. Recoger el pensamiento, el sentir, las experiencias y la voluntad de las masas, fuente principal de la política del Partido, y transmitirlos a los organismos intermedios y de dirección, no conformándose con realizar las tareas específicas, sino participando activamente en la elaboración de la política del Partido.

j. Estimular la solidaridad nacional e internacional para con los presos y perseguidos políticos democráticos y revolucionarios y para con sus familiares.

k. Realizar frecuentemente reuniones amplias y abiertas con simpatizantes, amigas y amigos que permitan divulgar entre éstos la política y objetivos del Partido y recoger sus aportaciones. Estas asambleas revolucionarias deben realizarse por lo menos una vez al mes, a fin de estimular la expansión y el desarrollo de nuestra política en el seno de las masas.

l. Establecer planes por secretaría para su discusión. y aprobación con las modificaciones que se hagan en la asamblea de Célula, con el objetivo de consolidar el organismo de base.

m. Establecer reuniones de balance y chequeo del cumplimiento de los objetivos y metas establecidos en los planes, a fin de adoptar los correctivos necesarios para su cumplimiento.

Artículo 25: Es condición fundamental para la existencia de una Célula el desarrollo de trabajo en el seno de las masas. Por su importancia estratégica, las células de empresa o centros de trabajo requieren una atención especial por parte de los organismos dirigentes. Estas se constituyen en los sitios de trabajo y a ellas deben incorporarse todos los militantes del Partido que laboren allí. Pueden formarse en una fábrica, establecimiento comercial, hacienda, taller, etc. Cuando en el sitio de trabajo no existan suficientes miembros o miembras del Partido, el organismo superior o de adscripción podrá designar a los que considere convenientes, ajenos al sitio de trabajo, para que, conjuntamente con los y las militantes que allí existen formen una célula de empresa.

También pueden formarse células inter-empresas.

Artículo 26: En caso de que los organismos de dirección lo estimaren conveniente, pueden crearse células de naturaleza especial a fin de atender determinado tipo de tareas o en consideración al lugar donde realizan el trabajo sus integrantes. En tales casos dichas células se regirán en principio por las normas de funcionamiento regular cuando le sean aplicables y por reglamento especial a dictar por el Comité Central. Las células de las grandes fábricas y otras que a juicio de los organismos dirigentes merezcan una atención especial para el desarrollo eficiente de su labor o por las características en que éstas se cumplen, podrán depender directamente del Comité Regional o Comité Central, según decisión del respectivo órgano de dirección.

Artículo 27: La dirección de la Célula será elegida por sus miembras y miembros en Conferencia de Célula una vez al año, o antes, cuando circunstancias especiales hagan necesaria su remoción total o parcial. Las células que tengan 7 militantes o más, tendrán una dirección constituida por un Secretariado encabezado por la Secretaría Política. El Secretariado no podrá constituir mayoría en relación a los y las integrantes de la Célula.

Aquellos organismos que tengan entre 3 y 6 militantes inclusive, no tendrán Secretariado y estarán coordinados por la Secretaría Política. En todo caso se podrán designar tantos Secretarías como las características y necesidades de la Célula lo requieran.

Artículo 28: El Secretariado o la Secretaría Político de la Célula es responsable de convocar las reuniones, dirigir políticamente el trabajo, chequear el cumplimiento de las tareas cotidianas del Partido, la venta y distribución de la prensa y la literatura, y el pago puntual de las cotizaciones, aportes especiales y día de salario.

Artículo 29: Las Células con un mínimo de siete (7) militantes eligen un (1) delegado directo o delegada directa al Congreso del Partido. El Comité Central, al aprobar el Reglamento y las bases de participación de los organismos celulares en el Congreso, establecerá los mecanismos de participación en éste de las Células que no llenen este requisito.

Artículo 30: Para ser miembro o miembra de cualquier organismo de dirección en todos los niveles e instancias del Partido o para pertenecer a la dirección de sus órganos de propaganda, es condición obligatoria ser militante de una Célula, excepto en situación de emergencia.

CAPÍTULO III

DEL COMITÉ LOCAL Y EL COMITÉ REGIONAL

Artículo 31: El organismo superior de dirección del Partido en cada localidad o región es la Conferencia Local o Regional respectiva y todos los dirigentes y dirigentas a ese nivel deberán ser electas por los delegados y delegadas asistentes a dicha Conferencia.

Artículo 32: Las conferencias Locales y Regionales estarán integradas por los delegados y delegadas electos en las Conferencias de Células y los miembros y miembras principales y suplentes del organismo respectivo.

Parágrafo Único: Todo integrante de los órganos de dirección del Partido, debe tener un mínimo de 50 por ciento de asistencia a su organismo de dirección y a su correspondiente Célula, para mantener su condición de delegado o delegada directo a la respectiva Conferencia o Congreso del PCV, según sea el caso.

Artículo 33: Son atribuciones de las conferencias de Células, Locales y Regionales discutir y pronunciarse sobre:

a. Los materiales del Congreso del Partido.

b. El Informe del Comité Regional, Comité Local y de las Células.

c. Las políticas y programas regionales y locales.

d. La elección del Secretariado de la Célula, del Comité Local o Comité Regional, según sea el caso.

Artículo 34: Los miembros y las miembras de los Comités Locales y Comités Regionales serán electas por la Conferencia respectiva, mediante la elección nominal y secreta por parte de los delegados y las delegadas asistentes a éstas. Según los votos obtenidos, se seleccionarán hasta completar el número de los y las integrantes acordados por la Conferencia. En ningún caso resultaran electos o electas quienes obtengan menos del 30 por ciento de los votos. Durarán tres años en sus funciones y podrán ser reelectos o reelectas.

Parágrafo Único: Para ser miembro del Comité Local se requiere ser militante del PCV durante dos (2) años continuos y para el Comité Regional se exige un mínimo de tres (3) años de militancia continua.

Artículo 35: Luego de su elección por la Conferencia Local o Regional, según sea el caso, el organismo procederá a reunirse y designar de su seno, mediante votación nominal y secreta de sus integrantes, las diferentes Secretarías, correspondiendo la coordinación general del mismo al o la camarada que resulte electo o electa para ejercer la Secretaría Política Local o Regional, según el organismo al que corresponda.

Artículo 36: Los Comités Regionales y Comités Locales del Partido que tengan 7 o más miembros o miembras designarán un Secretariado, con la función de atender la labor diaria del Partido, impulsar las resoluciones del organismo respectivo, coordinar las comisiones de trabajo y elaborar el proyecto de orden del día para las reuniones del organismo, ante el cual rendirán informe. No podrán constituir mayoría sobre éstos, ni sustituirlos en sus atribuciones y velarán por el ejercicio de la dirección colectiva.

CAPÍTULO IV

DEL COMITÉ CENTRAL

Artículo 37: La autoridad máxima del Partido entre un Congreso y otro, es el Comité Central, el cual se reunirá las veces que sea necesario, pero en todo caso por lo menos una vez cada tres meses.

Artículo 38: El Comité Central representa y dirige a todo el Partido y entre sus atribuciones se cuentan:

a. Dirigir las relaciones con otras organizaciones.

b. Dirigir el trabajo político y organizativo del Partido y enviar organizadores u organizadoras e instructores o instructoras a las regiones y localidades que necesiten o requieran su ayuda.

c. Organizar y controlar las diversas comisiones y demás organismos auxiliares del Comité Central sin excepción, eligiendo los o las responsables de Secretarías, Frentes, Comisiones o Departamentos del Comité Central.

d. Nombrar y remover a los directores o directoras de los órganos de prensa del Partido.

e. Vigilar, controlar y administrar las finanzas y los bienes del Partido.

f. Orientar el trabajo de todos aquellos y aquellas camaradas que ejerzan cargos públicos y, en general, a través del Buró Político, dirige la actividad de diputados y diputadas, legisladoras y legisladores, concejales y concejalas, alcaldes y alcaldesas, etc, en conjunto con los Comités Regionales y Locales.

g. Elegir al Buró Político, al secretario o secretaria general y al presidente o presidenta del Partido.

h. Convocar los Congresos, las Conferencias Nacionales y Regionales y autorizar la realización de cualquier otra Conferencia. A todos estos efectos, el Comité Central formulará un Reglamento que dará conocer al resto de los organismos de dirección.

i. Elegir con el voto de las 2/3 partes de sus miembros y miembras principales y suplentes, un Comité Central de Emergencia, con el número de integrantes que considere más adecuado. Establecerá las normas generales de su funcionamiento y no se podrá hacer cooptaciones mientras haya principales o suplentes que puedan ser llamadas o llamados a incorporarse. Trazar las orientaciones para que los Comité Regionales, Locales y Células adopten idéntica decisión, cuando el CC lo considere oportuno.

j. Adoptar medidas de destitución del cargo, suspensión de militancia o expulsión de Partido de cualquier miembro o miembra del Comité Central que incurra en faltas que así lo ameriten, según lo establecido en el artículo 64 de los presentes Estatutos, y suspender preventivamente del cargo o de la militancia a cualquier militante de la organización cuando existan fundados indicios de amenaza a la seguridad de organismos o cuadros del Partido.

Artículo 39: Para tomar decisiones validas, es necesario que en el Pleno del Comité Central esté presente la mayoría absoluta de sus miembros y miembras, entre principales o suplentes. Se entiende por mayoría absoluta, la mitad más uno de sus integrantes principales o suplentes (en caso de estar sustituyendo en forma temporal o permanente a un o una principal) presentes. Los miembros y miembras suplentes asistirán a las reuniones del Comité Central, teniendo sólo derecho a voz, excepto cuando actúen en calidad de principales. El Comité Central suplirá sus vacantes con las o los suplentes que fueron electas y electos por el Congreso, siguiendo el orden de su elección.

Parágrafo Único: Las ausencias temporales o definitivas de los miembros o miembras de un organismo, se llenarán con los y las suplentes respectivos. Se entiende por ausencia temporal la no asistencia a una reunión. En caso de producirse vacantes definitivas sin que existan suplentes para cubrirlas, el organismo superior inmediato las llenará provisionalmente y convocará la conferencia respectiva para la elección correspondiente.

Artículo 40: Cuando actúe el Comité Central de Emergencia, el quórum será de 2/3 partes de los miembros y miembras de ese organismo.

Las vacantes absolutas o temporales que se produzcan en el Comité Central de emergencia serán llenadas de conformidad con el Articulo 38, literal i).

Artículo 41: El Comité Central fija el número de miembros y miembras principales y suplentes del Buró Político. Los elige de su seno por votación nominal y secreta, resultando electos o electas aquellos y aquellas que obtengan por lo menos el 30 por ciento de los votos validos. Se seleccionarán según los votos obtenidos hasta completar el número acordado. El presidente o la presidenta y el secretario o secretaria general del Partido son miembros natos o miembras natas del Buró Político.

Artículo 42: El Buró Político ejerce la dirección política del Partido entre una y otra reunión del Comité Central, de acuerdo con las resoluciones adoptadas por los plenos de éste. Es el órgano ejecutivo del Comité Central, por lo cual, todo lo referente al mismo es de su competencia. Cuando un Pleno del Comité Central tenga que suspender sus actividades sin haberlas concluido, el Buró Político continuará ejerciendo la dirección del Partido. El Buró Político convoca las reuniones plenarias o ampliadas del Comité Central y tiene autoridad para convocar y dirigir las reuniones y plenos amplios de cualquier frente o comisión auxiliar del CC, sobre cuyas instancias ejerce dirección mientras no esté reunido el Comité Central. En caso de considerarlo necesario el Buró Político designará de su seno un Secretariado Administrativo.

Artículo 43: La Secretaría General es la instancia coordinadora de la actividad dirigente colectiva del Partido. Representa a la Dirección Nacional, cuando ésta no esté reunida, en actos públicos e internos. Puede delegar su representación en otros miembros o miembras de la Dirección Nacional y rendirá cuenta de su gestión ante el Comité Central al final de cada año.

Artículo 44: La Presidencia es una instancia representativa del PCV, que coadyuvará en el trabajo colectivo de la Dirección Nacional.

Artículo 45: El Comité Central, por mayoría de votos, puede declarar abierta una amplia discusión sobre la política general del Partido, en todos los organismos, cuando:

a. Considere que en las cuestiones esenciales de la política del Partido no existe suficiente unidad de apreciación.

b. Crea conveniente, a pesar de considerar justa la Línea Política del Partido, comprobar esa justeza a través de una discusión en todos los niveles e instancias.

c. Considere que a través de dicha discusión se fortalecerá la coherencia y cohesión programática o política.

d. La soliciten la tercera parte de los Comités Regionales.

e. En el período preparatorio de un Congreso o una Conferencia Nacional.

En todos estos casos, al decidirse sobre la discusión, el CC deberá reglamentar la manera como ésta debe realizarse.

Artículo 46: El Comité Central organizará el funcionamiento de la dirección nacional del Partido. Al efecto, dictará los reglamentos y disposiciones necesarias de conformidad con los Estatutos.

CAPÍTULO V

DE LAS COMISIONES AUXILIARES DEL COMITÉ CENTRAL

Y LAS FRACCIONES DE MASAS

Artículo 47: El Comité Central fijará el número de integrantes y elegirá de su seno la Comisión Contralora del Partido, la cual durará cuatro (4) años en sus funciones y tendrá por finalidad velar por el cumplimiento de las disposiciones que sobre administración y finanzas establecen los Estatutos, con autoridad sobre todas las instancias y niveles organizativos del PCV. Todo lo referente al funcionamiento de la Comisión Contralora será reglamentado por el Comité Central. De igual manera, los Comités Regionales constituirán las Comisiones Contraloras Regionales.

Artículo 48: El Comité Central fijará el número y elegirá de su seno la Comisión Nacional de Orientación y Evaluación de Cuadros para atender a los cuadros del PCV y la JCV, así como una Comisión Nacional de Control de Cuadros y Disciplina con ámbito de autoridad respecto a los y las militantes del PCV.

1. Comisión Nacional de Orientación y Evaluación de Cuadros, con el objeto de conocer en profundidad los requerimientos y necesidades políticas, educativas, personales y de salud del activo comunista, tanto del PCV como de la JCV, para proponer al Comité Central las decisiones dirigidas a orientar y contribuir al desarrollo de sus cualidades dirigentes.

2. Comisión Nacional de Control de Cuadros y Disciplina, la cual tendrá las siguientes atribuciones:

a) Elaborar los expedientes de los miembros y miembras del Comité Central que hayan incurrido en algunas de las faltas previstas en estos Estatutos y proponer al Comité Central las sanciones que juzgue convenientes. En general, garantizará el cumplimiento de lo pautado en el artículo 38, letra j) de los presentes Estatutos y realizará todas las gestiones necesarias a la averiguación de la verdad. El informe correspondiente debe ser presentado ante el Comité Central en un lapso no mayor de tres meses del inicio de la averiguación.

b) En el caso de las apelaciones que sean presentadas ante la Dirección Nacional contra las decisiones de los organismos correspondientes del Partido, la Comisión llevará al Comité Central las proposiciones que juzgue convenientes, ya sea de la ratificación o rectificación de lo resuelto por el organismo de dirección que tomó la decisión.

c) Cuando un organismo del Partido manifieste reiteradamente negligencia para conocer y resolver casos de infracción a la disciplina y las normas estatutarias por parte de sus miembros y miembras, el Comité Central pasará el caso individual y al organismo infractor a la Comisión de Control de Cuadros y Disciplina, para que elabore el expediente respectivo y presente el informe correspondiente en el lapso previsto en el numeral 1) de este artículo.

d) Supervisar las sanciones disciplinarias aplicadas por los organismos del Partido, para lo cual éstos deben informar oportunamente a la Comisión Nacional de Control de Cuadros y Disciplina. Si la Comisión considera inadecuada, insuficiente o injusta la sanción aplicada, recomendará la revisión al nivel correspondiente. En caso de no corregirse la decisión en referencia, adoptará directamente una resolución que presentará a la consideración y decisión del Comité Central.

Parágrafo Único: Cada Comité Regional procederá a designar estas Comisiones en su nivel respectivo e informará a la correspondiente Comisión Nacional.

Articulo 49: En las organizaciones de masas donde militan más de dos camaradas se constituirán fracciones del Partido. El control, dirección y reglamentación del funcionamiento de estas fracciones lo ejercerá el organismo de dirección del Partido, ya sea nacional, regional o local, de acuerdo con la Importancia de la organización de masas de que se trate, el ámbito territorial que ocupa o el lugar donde esté ubicada.

Las fracciones no son organismos regulares del Partido sino formas auxiliares y se emplean para contribuir al trabajo general y al éxito de la línea del Partido en un frente de masas determinado, por consiguiente, la fracción no sustituye la función de la célula y la vida celular a que está obligado todo y toda militante del Partido. La coordinación operativa de las fracciones de masas estará a cargo de la Comisión auxiliar que atienda el respectivo frente y haya sido designada por el organismo de dirección respectivo. En la actividad de las fracciones de masas podrán participar personas afiliadas o amigas del Partido.

Articulo 50: Todos los organismos regulares del Partido podrán designar Comisiones Auxiliares de Trabajo para el mejor desempeño de sus funciones.

CAPÍTULO VI

DE LA CONFERENCIA NACIONAL

Artículo 51: El Comité Central podrá convocar Conferencias Nacionales del Partido con las siguientes atribuciones:

a. Estudiar y resolver cuestiones fundamentales del trabajo organizativo y de masas.

b. Definir políticas por frentes de trabajo.

c. Escoger candidato o candidata a la Presidencia de la República, por los organismos de base del Partido.

d. Otras que acuerde el Comité Central y que no sean de la exclusiva competencia del Congreso.

La Conferencia Nacional se integrará con los miembros y las miembras principales y suplentes del Comité Central y una representación de cada uno de los Regionales, proporcional al número de militantes, los cuales serán electos y electas en los organismos de base.

El Comité Central, al hacer la convocatoria, determinará el orden del día de la Conferencia, fijará la base de representación y la fecha de instalación de la Conferencia.

CAPÍTULO VII

DEL CONGRESO NACIONAL DEL PCV

Artículo 52: La autoridad máxima del Partido Comunista de Venezuela es su Congreso Nacional, cuyas decisiones son definitivas y no pueden ser derogadas sino por otro Congreso. El Congreso debe reunirse cada 4 años, pero el Comité Central podrá prorrogar su realización por un año más con una votación de 2/3 de sus miembros principales. En caso de que el Partido estuviere en la clandestinidad, el Comité Central podrá postergar su convocatoria hasta que las condiciones lo permitan y adoptará las medidas necesarias para su pronta realización.

Artículo 53: El Congreso del Partido estará integrado por:

a. Los delegados electos y las delegadas electas directamente por las Células.

b. Los miembros y miembras principales y suplentes del Comité Central.

c. Los delegados y delegadas que elija la Juventud Comunista, en un número que fijara el Comité Central.

El Comité Central al emitir la convocatoria, fijará en el Reglamento del Congreso la base de representación de las Cé1ulas y la Juventud Comunista, y elaborara los documentos que sirvan de base a la discusión del Congreso, los cuales serán enviados a las Células, con suficiente antelación a la fecha de culminación del Congreso.

Parágrafo Único: Una vez discutidos los materiales en las Células del Partido, éstas enviarán sus proposiciones a la Comisión Nacional Preparatoria del Congreso, con la finalidad de ensamblarlas, prepararlas y entregarlas a los delegados y las delegadas del Congreso, para su información y discusión. De igual manera actuarán las Conferencias Locales y Regionales.

Artículo 54: Como mínimo, durante tres meses antes del acto de instalación de la discusión final de cada Congreso, los organismos regulares del Partido discuten todos los asuntos que abarcará el orden del día y tienen derecho y obligación de adoptar acuerdos y de pronunciarse sobre los documentos preparados por el Comité Central, los Comité Regionales y los Comité Locales para servir de base a las discusiones en los organismos del PCV.

Artículo 55: Son atribuciones del Congreso:

a. Discutir y pronunciarse sobre los informes del Comité Central.

b. Revisar y modificar el Programa, los Estatutos y cualquier otro documento fundamental del Partido.

c. Determinar la Línea Política del Partido.

d. Elegir al Comité Central.

Artículo 56: El Congreso del Partido fija el número de miembros y miembras principales y suplentes del Comité Central y les elige en forma nominal y secreta, resultando electos aquellos candidatos y candidatas que obtengan cuando mínimo el 30 por ciento de los votos válidos. Se seleccionarán según los votos obtenidos, hasta completar el número acordado. Durarán en sus funciones cuatro años y podrán ser reelectos y reelectas. La elección de principales y suplentes se hará por separado, procediéndose a elegir primero los y las principales y en otra vuelta a los y las suplentes.

Artículo 57: Para ser miembro o miembra principal o suplente del Comité Central se requiere:

a. Ser militante activo o activa del Partido por lo menos durante 5 años continuos.

b. Demostrada preparación política e ideológica y haber participado en el proceso formativo que promueva el Partido.

c. Haber aplicado en forma consecuente el Programa, Estatutos y Línea Política del Partido, demostrando disciplina, capacidad organizativa, de dirección y de trabajo con las masas.

d. Militar en su organismo celular y de dirección, con un mínimo del 50 por ciento de participación en los mismos, cumplir disciplinadamente sus decisiones y estar al día en sus cotizaciones.

Artículo 58: El Comité Central podrá convocar al Congreso extraordinario por razones de emergencia o gravedad, cuando no corresponda estatutariamente realizar el Congreso ordinario. El Congreso extraordinario podrá conocer cualesquiera de los aspectos que correspondan al Congreso Ordinario. Los lapsos de discusión en los organismos a diversos niveles, estarán en correspondencia con la emergencia, pudiendo obviarse la realización de las conferencias locales.

Artículo 59: Los organismos podrán invitar delegados y delegadas fraternales o invitados e invitadas especiales para sus respectivas conferencias con voz, pero sin voto.

TITULO VI

DEL RÉGIMEN DE SANCIONES Y DE APELACIONES

CAPÍTULO I

DE LAS FALTAS Y LAS SANCIONES

Artículo 60: En caso de violación del Programa, la Línea Política o los Estatutos por un organismo del Partido, el organismo superior inmediato deberá intervenir para regularizar su actuación y su vida interna.

Artículo 61: Serán motivo de medidas disciplinarias:

a. La traición comprobada a los principios del Partido.

b. Las debilidades ante el enemigo y los compromisos que se realicen con éste.

c. La realización de trabajo fraccional o divisionista contra la unidad del Partido.

d. Actos contrarios a la moral comunista.

e. Las irregularidades que se cometan con las finanzas, fondos o bienes del Partido.

f. Los actos de corrupción u otras irregularidades disciplinarias que se cometan en funciones públicas de gobierno o de dirección en organizaciones de masas.

g. La violación del Programa, la Línea Política o los Estatutos.

h. El abandono injustificado de las responsabilidades dirigentes.

Artículo 62: El o la militante del Partido que incurra en falta debidamente comprobada, será sancionado o sancionada con arreglo a la gravedad de la misma. Las sanciones pueden ser:

a. La amonestación privada, cuando se trate de faltas leves pero reiteradas.

b. El voto de censura, en caso de reincidencia en las faltas criticadas.

c. La destitución del cargo, en caso de estar incurso o incursa en los literales g) y h) del artículo 61 de los Estatutos.

d. La privación de ocupar cargos dentro de un período determinado, si incurre por reiteración en lo previsto los literales g) y h) del artículo 61 de los Estatutos.

e. La suspensión temporal de la militancia por un lapso superior a un año, cuando se trate de lo establecido en el literal c) del artículo 61 de los Estatutos.

f. La expulsión del Partido, cuando incurra en faltas graves que sean debidamente comprobadas, que afecten la vida, principios o bienes del Partido, de las tipificadas en los literales a), b), d), e) y f) del artículo 61 de los presentes Estatutos.

Artículo 63: Las infracciones a la disciplina, por parte de los organismos dirigentes a cualquier nivel, pueden ser sancionados con la remoción de sus integrantes, debiendo el organismo superior designar una dirección transitoria y ordenar la realización de una Conferencia Organizativa.

Artículo 64: Los miembros y miembras principales y suplentes del Comité .Central, sólo pueden ser sancionados o sancionadas por decisión de las 2/3 partes del Comité Central o por el Congreso. Su readmisión será igualmente decidido por las 2/3 partes del Comité Central o por el Congreso.

Artículo 65: Las medidas disciplinarias, para ser válidas, deberán ser aprobadas por la mayoría absoluta de los votos de los y las participantes en la reunión del organismo al cual pertenezca el encausado o la encauzada. De estas medidas se puede apelar ante la instancia inmediata superior. En todos los casos, la apelación puede llevarse hasta el Congreso del Partido. Queda a salvo lo dispuesto en el literal 2.a. del articulo 48 de los presentes Estatutos.

CAPÍTULO II

DE LAS APELACIONES

Artículo 66: El sistema correspondiente a las apelaciones de las decisiones del Partido, es el siguiente: Conferencia de Célula, Comité Local, Comité Regional, Conferencia Regional, Comité Central, Conferencia Nacional y Congreso Nacional.

Artículo 67: Las apelaciones se procesarán en la forma siguiente: Las que corresponden a los y las militantes u organismos, deberán interponerse por ante el superior inmediato en un lapso de 15 días, contados a partir del día siguiente a aquel en que se notifique la medida o resolución objeto de la apelación, salvo los casos que tengan establecidos expresamente otros lapsos.

El organismo que debe conocer la apelación, resolverá el asunto planteado en un lapso de 30 días hábiles, pudiendo prorrogarse 30 días mas. Para los efectos del Comité Central y Congreso, en la reunión siguiente, siempre y cuando la apelación sea recibida oportunamente.

Decidida la apelación, se le notificará al o la apelante a los fines de que ejerza cualquier otro recurso a que tenga derecho según los estatutos. El o la apelante siempre tendrán acceso al expediente que motive la apelación o recurso.

TITULO VII

DE LAS ELECCIONES

Artículo 68: El Comité Central nombrará la Comisión Electoral Nacional y los Comité Regionales nombraran las comisiones electorales regionales del Partido, encargadas de dirigir, organizar y supervisar los procesos electorales internos y de selección de los candidatos y las candidatas de elección popular. En Reglamento específico el CC les señalará sus atribuciones.

Artículo 69: Los candidatos y las candidatas del Partido postulados o postuladas a cargos de elección popular serán preseleccionados y preseleccionadas por el voto directo y secreto de la militancia de la jurisdicción, en el seno de su respectivo organismo celular.

Los organismos de dirección partidista se reservan el derecho, de considerarlo necesario, a postular en las correspondientes listas en puestos de máxima jerarquía, hasta un tercio (1/3) de los mismos.

Parágrafo único: Cuando se trate de alianzas electorales, la decisión final corresponderá al Comité Central y, en ese orden de prelación descendente, al Comité Regional y al Comité Local.

TITULO VIII

DE LAS FINANZAS

Artículo 70: Las finanzas del PCV provienen de las cotizaciones de sus militantes, de las actividades financieras de los organismos de base y de dirección y de las contribuciones de amigos, amigas y militantes. Todo y toda militante del PCV tiene la obligación de aportar el uno por ciento de su ingreso mensual, en calidad de contribución ordinaria a las finanzas de la organización.

Artículo 71: El comité central elaborara un reglamento de cotizaciones y finanzas, el cual normará todo lo concerniente a la distribución de las finanzas entre todos los organismos del partido. Así mismo, el reglamento establecerá los criterios para la asignación de cuotas especiales permanentes y porcentuales, a cancelar por camaradas que ocupan cargos alcanzados por mediación de la organización.

Artículo 72: Los ingresos por concepto de cargos de elección popular en formulas electorales presentadas o avaladas por el Partido, son propiedad del Partido Comunista de Venezuela. A los fines de establecer criterios justos y coherentes para la distribución de dicho ingreso, el Comité Central dictará un reglamento normativo. Los organismos del Partido velarán por el cumplimiento de esta norma, que está dirigida a garantizar que un esfuerzo colectivo de la organización sirva también a su desarrollo colectivo y no al beneficio individual de un o una militante.

TITULO IX

DE LA JUVENTUD COMUNISTA

Artículo 73: La Juventud Comunista de Venezuela es una organización política, combativa y de avanzada en el seno de los y las jóvenes, que desarrolla una amplia labor ideológica, política y social, con la misión fundamental de impulsar la organización y movilización de la juventud venezolana en la lucha por sus derechos y reivindicaciones, la democracia, la liberación nacional, el internacionalismo proletario, la paz y la construcción del socialismo.

La JCV realiza toda su actividad organizativa y educativa orientada por la filosofía Marxista-Leninista y bajo la dirección política del PCV. Desarrolla con sus integrantes los principios de la moral comunista y las tradiciones patrióticas-revolucionarias del pueblo venezolano, inspirados en el legado de nuestros héroes y heroínas indígenas, del libertador Simón Bolívar, de los y las patriotas de la gesta independentista latinoamericana e internacional, y de los fundadores, las fundadoras y mártires del Partido y su Juventud Comunista.

La JCV es autónoma orgánicamente y en cuanto a sus funciones especificas. Es la organización de reserva de cuadros del Partido Comunista de Venezuela y principal auxiliar de este en la divulgación e impulso de su política entre los y las jóvenes, y como tal desarrolla su actividad tomando como guía y aplicando el Programa y la Línea Política del Partido, acompañando creadoramente las directrices emanadas de sus organismos dirigentes y manteniendo absoluta fidelidad a los intereses de la clase trabajadora y de todo el pueblo.

La JCV, por ser una organización juvenil, utiliza métodos propios que corresponden al medio en el cual se desenvuelve, para llevar a cabo su actividad organizativa, educativa y política. Fomenta y estimula la realización de amplias actividades juveniles que respondan a las aspiraciones e inclinaciones de sus miembros y miembras.

Artículo 74: Las relaciones con el PCV se desarrollan cumpliendo el principio de la dirección política por parte del partido y garantizando la actuación de la JCV como su reserva de cuadros y auxiliar de masas. Las relaciones con el Partido se regirán con base a lo que establecen los estatutos de la JCV y el PCV.

Es obligación de los organismos de la JCV el cumplimiento de las normas que aseguren la guía y dirección del Partido.

Los organismos de la JCV mantendrán relaciones fraternales con los organismos del PCV en sus diferentes niveles y viceversa. Cuando surjan discrepancias por cuestiones políticas entre el PCV y la JCV, estas serán resueltas mediante la discusión cordial entre los organismos de dirección de la JCV y el PCV, agotada la discusión serán de obligatorio acatamiento para toda la militancia y organismos de la JCV las decisiones emanadas, según la línea política del Partido.

Artículo 75: El PCV y todos sus organismos ayudarán al desarrollo de la JCV, a su organización y su fortalecimiento teórico, político, ideológico y numérico.
Para garantizar el carácter de organismo auxiliar en el área juvenil y su reserva de cuadros, la JCV realizara promociones periódicas al Partido. Estas promociones estarán integradas tanto por aquellos y aquellas militantes que salen definitivamente de la JCV, como por quienes deban seguir realizando tareas de dirección en el seno de la JCV.

Todos aquellos y aquellas militantes de la JCV que integren las promociones, al igual que los y las militantes que pidan su pase al Partido de manera individual fuera de los lapsos previstos para las promociones, según lo establecen los estatutos de la JCV, deben contar con el aval de los organismos de dirección local, regional o nacional del PCV y la JCV según corresponda al nivel donde se realiza la promoción o solicitud. Esto será requisito indispensable para garantizar el pase al Partido de los y las mejores y mas capaces militantes de la JCV.

Parágrafo único: la JCV tiene derecho a elegir delegados y delegadas al Congreso del Partido, en un numero que fijara el comité central en cada oportunidad, según el desarrollo de la organización de los y las jóvenes comunistas.

TITULO X

SÍMBOLOS DEL PARTIDO

Artículo 76: Los símbolos del Partido Comunista de Venezuela son la Hoz y el Martillo entrelazados, la Estrella de cinco puntas y la bandera roja.

El símbolo electoral oficial del PCV es un gallo rojo dentro de un círculo amarillo. La insignia contiene el nombre completo y las letras iniciales: Partido Comunista de Venezuela (PCV). El himno del Partido Comunista de Venezuela es la Internacional.

TITULO XI

DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

Artículo 77: El PCV mantendrá relaciones fraternales y de solidaridad con todos los partidos comunistas hermanos y con el movimiento antiimperialista y revolucionario mundial, así como, con el movimiento obrero y con los pueblos que luchan por su libertad, soberanía, progreso y bienestar.

TITUL0 XII

DE LAS REFORMAS DE LOS ESTATUTOS

Artículo 78: Los presentes Estatutos sólo podrán ser reformados por el Congreso ordinario o extraordinario del Partido.

TITULO XIII

DISPOSICIONES FINALES

Artículo 79: El Comité Central de Emergencia puede mediante el voto favorable de las 2/3 partes de sus miembros y miembras, adaptar los presentes Estatutos a las situaciones de emergencia que se susciten.

Artículo 80: Lo no previsto en los presentes Estatutos será resuelto por el Comité Central del PCV.

XI Congreso del Partido Comunista de Venezuela (PCV)

Parque Central – Caracas

8, 9 y 10 de marzo del 2002

lunes, 27 de diciembre de 2010

MANIFIESTO COMUNISTA

K. Marx__F. Engels

Manifiesto del Partido Comunista
(1848)

PRÓLOGOS DE MARX Y ENGELS A VARIAS EDICIONES DEL MANIFIESTO

1.- PRÓLOGO DE MARX Y ENGELS A LA EDICIÓN ALEMANA DE 1872

La Liga Comunista, una organización obrera internacional, que en las circunstancias de la época -huelga decirlo- sólo podía ser secreta, encargó a los abajo firmantes, en el congreso celebrado en Londres en noviembre de 1847, la redacción de un detallado programa teórico y práctico, destinado a la publicidad, que sirviese de programa del partido. Así nació el Manifiesto, que se reproduce a continuación y cuyo original se remitió a Londres para ser impreso pocas semanas antes de estallar la revolución de febrero. Publicado primeramente en alemán, ha sido reeditado doce veces por los menos en ese idioma en Alemania, Inglaterra y Norteamérica. La edición inglesa no vio la luz hasta 1850, y se publicó en el Red Republican de Londres, traducido por miss Elena Macfarlane, y en 1871 se editaron en Norteamérica no menos de tres traducciones distintas. La versión francesa apareció por vez primera en París poco antes de la insurrección de junio de 1848; últimamente ha vuelto a publicarse en Le Socialiste de Nueva York, y se prepara una nueva traducción. La versión polaca apareció en Londres poco después de la primera edición alemana. La traducción rusa vio la luz en Ginebra en el año sesenta y tantos. Al danés se tradujo a poco de publicarse.

Por mucho que durante los últimos veinticinco años hayan cambiado las circunstancias, los principios generales desarrollados en este Manifiesto siguen siendo substancialmente exactos. Sólo tendría que retocarse algún que otro detalle. Ya el propio Manifiesto advierte que la aplicación práctica de estos principios dependerá en todas partes y en todo tiempo de las circunstancias históricas existentes, razón por la que no se hace especial hincapié en las medidas revolucionarias propuestas al final del capítulo II. Si tuviésemos que formularlo hoy, este pasaje presentaría un tenor distinto en muchos respectos. Este programa ha quedado a trozos anticuado por efecto del inmenso desarrollo experimentado por la gran industria en los últimos veinticinco años, con los consiguientes progresos ocurridos en cuanto a la organización política de la clase obrera, y por el efecto de las experiencias prácticas de la revolución de febrero en primer término, y sobre todo de la Comuna de París, donde el proletariado, por vez primera, tuvo el Poder político en sus manos por espacio de dos meses. La comuna ha demostrado, principalmente, que “la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines”. (V. La guerra civil en Francia, alocución del Consejo general de la Asociación Obrera Internacional, edición alemana, pág. 51, donde se desarrolla ampliamente esta idea) . Huelga, asimismo, decir que la crítica de la literatura socialista presenta hoy lagunas, ya que sólo llega hasta 1847, y, finalmente, que las indicaciones que se hacen acerca de la actitud de los comunistas para con los diversos partidos de la oposición (capítulo IV), aunque sigan siendo exactas en sus líneas generales, están también anticuadas en lo que toca al detalle, por la sencilla razón de que la situación política ha cambiado radicalmente y el progreso histórico ha venido a eliminar del mundo a la mayoría de los partidos enumerados.

Sin embargo, el Manifiesto es un documento histórico, que nosotros no nos creemos ya autorizados a modificar. Tal vez una edición posterior aparezca precedida de una introducción que abarque el período que va desde 1847 hasta los tiempos actuales; la presente reimpresión nos ha sorprendido sin dejarnos tiempo para eso.

Londres, 24 de junio de 1872.

K. MARX. F. ENGELS.

2.-PROLOGO DE ENGELS A LA EDICION ALEMANA DE 1883

Desgraciadamente, al pie de este prólogo a la nueva edición del Manifiesto ya sólo aparecerá mi firma. Marx, ese hombre a quien la clase obrera toda de Europa y América debe más que a hombre alguno, descansa en el cementerio de Highgate, y sobre su tumba crece ya la primera hierba. Muerto él, sería doblemente absurdo pensar en revisar ni en ampliar el Manifiesto. En cambio, me creo obligado, ahora más que nunca, a consignar aquí, una vez más, para que quede bien patente, la siguiente afirmación:

La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx .

Y aunque ya no es la primera vez que lo hago constar, me ha parecido oportuno dejarlo estampado aquí, a la cabeza del Manifiesto.

Londres, 28 junio 1883.

F. ENGELS.


3.-PRÓLOGO DE ENGELS A LA
EDICIÓN ALEMANA DE 1890

Ve la luz una nueva edición alemana del Manifiesto cuando han ocurrido desde la última diversos sucesos relacionados con este documento que merecen ser mencionados aquí.

En 1882 se publicó en Ginebra una segunda traducción rusa, de Vera Sasulich , precedida de un prologo de Marx y mío. Desgraciadamente, se me ha extraviado el original alemán de este prólogo y no tengo más remedio que volver a traducirlo del ruso, con lo que el lector no saldrá ganando nada. El prólogo dice así:

“La primera edición rusa del Manifiesto del Partido Comunista, traducido por Bakunin, vio la luz poco después de 1860 en la imprenta del Kolokol. En los tiempos que corrían, esta publicación no podía tener para Rusia, a lo sumo, más que un puro valor literario de curiosidad. Hoy las cosas han cambiado. El último capítulo del Manifiesto, titulado “Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición”, demuestra mejor que nada lo limitada que era la zona en que, al ver la luz por vez primera este documento (enero de 1848), tenía que actuar el movimiento proletario. En esa zona faltaban, principalmente, dos países: Rusia y los Estados Unidos. Era la época en que Rusia constituía la última reserva magna de la reacción europea y en que la emigración a los Estados Unidos absorbía las energías sobrantes del proletariado de Europa. Ambos países proveían a Europa de primeras materias, a la par que le brindaban mercados para sus productos industriales. Ambos venían a ser, pues, bajo uno u otro aspecto, pilares del orden social europeo.

Hoy las cosas han cambiado radicalmente. La emigración europea sirvió precisamente para imprimir ese gigantesco desarrollo a la agricultura norteamericana, cuya concurrencia está minando los cimientos de la grande y la pequeña propiedad inmueble de Europa. Además, ha permitido a los Estados Unidos entregarse a la explotación de sus copiosas fuentes industriales con tal energía y en proporciones tales, que dentro de poco echará por tierra el monopolio industrial de que hoy disfruta la Europa occidental. Estas dos circunstancias repercuten a su vez revolucionariamente sobre la propia América. La pequeña y mediana propiedad del granjero que trabaja su propia tierra sucumbe progresivamente ante la concurrencia de las grandes explotaciones, a la par que en las regiones industriales empieza a formarse un copioso proletariado y una fabulosa concentración de capitales.

Pasemos ahora a Rusia. Durante la sacudida revolucionaria de los años 48 y 49, los monarcas europeos, y no sólo los monarcas, sino también los burgueses, aterrados ante el empuje del proletariado, que empezaba a, cobrar por aquel entonces conciencia de su fuerza, cifraban en la intervención rusa todas sus esperanzas. El zar fue proclamado cabeza de la reacción europea. Hoy, este mismo zar se ve apresado en Gatchina como rehén de la revolución y Rusia forma la avanzada del movimiento revolucionario de Europa.

El Manifiesto Comunista se proponía por misión proclamar la desaparición inminente e inevitable de la propiedad burguesa en su estado actual. Pero en Rusia nos encontramos con que, coincidiendo con el orden capitalista en febril desarrollo y la propiedad burguesa del suelo que empieza a formarse, más de la mitad de la tierra es propiedad común de los campesinos.

Ahora bien -nos preguntamos-, ¿puede este régimen comunal del concejo ruso, que es ya, sin duda, una degeneración del régimen de comunidad primitiva de la tierra, trocarse directamente en una forma más alta de comunismo del suelo, o tendrá que pasar necesariamente por el mismo proceso previo de descomposición que nos revela la historia del occidente de Europa?

La única contestación que, hoy por hoy, cabe dar a esa pregunta, es la siguiente: Si la revolución rusa es la señal para la revolución obrera de Occidente y ambas se completan formando una unidad, podría ocurrir que ese régimen comunal ruso fuese el punto de partida para la implantación de una nueva forma comunista de la tierra.

Londres, 21 enero 1882.”

Por aquellos mismos días, se publicó en Ginebra una nueva traducción polaca con este título:
Manifest Kommunistyczny.

Asimismo, ha aparecido una nueva traducción danesa, en la “Socialdemokratisk Bibliothek, Köjbenhavn 1885”. Es de lamentar que esta traducción sea incompleta; el traductor se saltó, por lo visto, aquellos pasajes, importantes muchos de ellos, que le parecieron difíciles; además, la versión adolece de precipitaciones en una serie de lugares, y es una lástima, pues se ve que, con un poco más de cuidado, su autor habría realizado un trabajo excelente.

En 1886 apareció en Le Socialiste de París una nueva traducción francesa, la mejor de cuantas han visto la luz hasta ahora .

Sobre ella se hizo en el mismo año una versión española, publicada primero en El Socialista de Madrid y luego, en tirada aparte, con este título: Manifiesto del Partido Comunista, por Carlos Marx y F. Engels (Madrid, Administración de El Socialista, Hernán Cortés, 8).

Como detalle curioso contaré que en 1887 fue ofrecido a un editor de Constantinopla el original de una traducción armenia; pero el buen editor no se atrevió a lanzar un folleto con el nombre de Marx a la cabeza y propuso al traductor publicarlo como obra original suya, a lo que éste se negó.

Después de haberse reimpreso repetidas veces varias traducciones norteamericanas más o menos incorrectas, al fin, en 1888, apareció en Inglaterra la primera versión auténtica, hecha por mi amigo Samuel Moore y revisada por él y por mí antes de darla a las prensas. He aquí el título: Manifesto of the Communist Party, by Karl Marx and Frederick Engels. Authorised English Translation, edited and annotated by Frederíck Engels. 1888. London, William Reeves, 185 Flett St. E. C. Algunas de las notas de esta edición acompañan a la presente.

El Manifiesto ha tenido sus vicisitudes. Calurosamente acogido a su aparición por la vanguardia, entonces poco numerosa, del socialismo científico -como lo demuestran las diversas traducciones mencionadas en el primer prólogo-, no tardó en pasar a segundo plano, arrinconado por la reacción que se inicia con la derrota de los obreros parisienses en junio de 1848 y anatematizado, por último, con el anatema de la justicia al ser condenados los comunistas por el tribunal de Colonia en noviembre de 1852. Al abandonar la escena Pública, el movimiento obrero que la revolución de febrero había iniciado, queda también envuelto en la penumbra el Manifiesto.

Cuando la clase obrera europea volvió a sentirse lo bastante fuerte para lanzarse de nuevo al asalto contra las clases gobernantes, nació la Asociación Obrera Internacional. El fin de esta organización era fundir todas las masas obreras militantes de Europa y América en un gran cuerpo de ejército. Por eso, este movimiento no podía arrancar de los principios sentados en el Manifiesto. No había más remedio que darle un programa que no cerrase el paso a las tradeuniones inglesas, a los proudhonianos franceses, belgas, italianos y españoles ni a los partidarios de Lassalle en Alemania . Este programa con las normas directivas para los estatutos de la Internacional, fue redactado por Marx con una maestría que hasta el propio Bakunin y los anarquistas hubieron de reconocer. En cuanto al triunfo final de las tesis del Manifiesto, Marx ponía toda su confianza en el desarrollo intelectual de la clase obrera, fruto obligado de la acción conjunta y de la discusión. Los sucesos y vicisitudes de la lucha contra el capital, y más aún las derrotas que las victorias, no podían menos de revelar al proletariado militante, en toda su desnudez, la insuficiencia de los remedios milagreros que venían empleando e infundir a sus cabezas una mayor claridad de visión para penetrar en las verdaderas condiciones que habían de presidir la emancipación obrera. Marx no se equivocaba. Cuando en 1874 se disolvió la Internacional, la clase obrera difería radicalmente de aquella con que se encontrara al fundarse en 1864. En los países latinos, el proudhonianismo agonizaba, como en Alemania lo que había de específico en el partido de Lassalle, y hasta las mismas tradeuniones inglesas, conservadoras hasta la médula, cambiaban de espíritu, permitiendo al presidente de su congreso, celebrado en Swansea en 1887, decir en nombre suyo: “El socialismo continental ya no nos asusta”. Y en 1887 el socialismo continental se cifraba casi en los principios proclamados por el Manifiesto. La historia de este documento refleja, pues, hasta cierto punto, la historia moderna del movimiento obrero desde 1848. En la actualidad es indudablemente el documento más extendido e internacional de toda la literatura socialista del mundo, el programa que une a muchos millones de trabajadores de todos los países, desde Siberia hasta California.

Y, sin embargo, cuando este Manifiesto vio la luz, no pudimos bautizarlo de Manifiesto socialista. En 1847, el concepto de “socialista” abarcaba dos categorías de personas. Unas eran las que abrazaban diversos sistemas utópicos, y entre ellas se destacaban los owenistas en Inglaterra, y en Francia los fourieristas, que poco a poco habían ido quedando reducidos a dos sectas agonizantes. En la otra formaban los charlatanes sociales de toda laya, los que aspiraban a remediar las injusticias de la sociedad con sus potingues mágicos y con toda serie de remiendos, sin tocar en lo más mínimo, claro está, al capital ni a la ganancia. Gentes unas y otras ajenas al movimiento obrero, que iban a buscar apoyo para sus teorías a las clases “cultas”. El sector obrero que, convencido de la insuficiencia y superficialidad de las meras conmociones políticas, reclamaba una radical transformación de la sociedad, se apellidaba comunista. Era un comunismo toscamente delineado, instintivo, vago, pero lo bastante pujante para engendrar dos sistemas utópicos: el del “ícaro” Cabet en Francia y el de Weitling en Alemania. En 1847, el “socialismo” designaba un movimiento burgués, el “comunismo” un movimiento obrero. El socialismo era, a lo menos en el continente, una doctrina presentable en los salones; el comunismo, todo lo contrario. Y como en nosotros era ya entonces firme la convicción de que “la emancipación de los trabajadores sólo podía ser obra de la propia clase obrera”, no podíamos dudar en la elección de título. Más tarde no se nos pasó nunca por las mentes tampoco modificarlo.

“¡Proletarios de todos los países, uníos!” Cuando hace cuarenta y dos años lanzamos al mundo estas palabras, en vísperas de la primera revolución de París, en que el proletariado levantó ya sus propias reivindicaciones, fueron muy pocas las voces que contestaron. Pero el 28 de septiembre de 1864, los representantes proletarios de la mayoría de los países del occidente de Europa se reunían para formar la Asociación Obrera Internacional, de tan glorioso recuerdo. Y aunque la Internacional sólo tuviese nueve años de vida, el lazo perenne de unión entre los proletarios de todos los países sigue viviendo con más fuerza que nunca; así lo atestigua, con testimonio irrefutable, el día de hoy. Hoy, primero de Mayo, el proletariado europeo y americano pasa revista por vez primera a sus contingentes puestos en pie de guerra como un ejército único, unido bajo una sola bandera y concentrado en un objetivo: la jornada normal de ocho horas, que ya proclamara la Internacional en el congreso de Ginebra en 1889, y que es menester elevar a ley. El espectáculo del día de hoy abrirá los ojos a los capitalistas y a los grandes terratenientes de todos los países y les hará ver que la unión de los proletarios del mundo es ya un hecho.

¡Ya Marx no vive, para verlo, a mi lado!

Londres, 1 de mayo de 1890.

F. ENGELS.

4.-PRÓLOGO DE ENGELS A LA EDICIÓN POLACA DE 1892

La necesidad de reeditar la versión polaca del Manifiesto Comunista, requiere un comentario.

Ante todo, el Manifiesto ha resultado ser, como se proponía, un medio para poner de relieve el desarrollo de la gran industria en Europa. Cuando en un país, cualquiera que él sea, se desarrolla la gran industria brota al mismo tiempo entre los obreros industriales el deseo de explicarse sus relaciones como clase, como la clase de los que viven del trabajo, con la clase de los que viven de la propiedad. En estas circunstancias, las ideas socialistas se extienden entre los trabajadores y crece la demanda del Manifiesto Comunista. En este sentido, el número de ejemplares del Manifiesto que circulan en un idioma dado nos permite apreciar bastante aproximadamente no sólo las condiciones del movimiento obrero de clase en ese país, sino también el grado de desarrollo alcanzado en él por la gran industria.

La necesidad de hacer una nueva edición en lengua polaca acusa, por tanto, el continuo proceso de expansión de la industria en Polonia. No puede caber duda acerca de la importancia de este proceso en el transcurso de los diez años que han mediado desde la aparición de la edición anterior. Polonia se ha convertido en una región industrial en gran escala bajo la égida del Estado ruso.

Mientras que en la Rusia propiamente dicha la gran industria sólo se ha ido manifestando esporádicamente (en las costas del golfo de Finlandia, en las provincias centrales de Moscú y Vladimiro, a lo largo de las costas del mar Negro y del mar de Azov), la industria polaca se ha concentrado dentro de los confines de un área limitada, experimentando a la par las ventajas y los inconvenientes de su situación. Estas ventajas no pasan inadvertidas para los fabricantes rusos; por eso alzan el grito pidiendo aranceles protectores contra las mercancías polacas, a despecho de su ardiente anhelo de rusificación de Polonia. Los inconvenientes (que tocan por igual los industriales polacos y el Gobierno ruso) consisten en la rápida difusión de las ideas socialistas entre los obreros polacos y en una demanda sin precedente del Manifiesto Comunista.

El rápido desarrollo de la industria polaca (que deja atrás con mucho a la de Rusia) es una clara prueba de las energías vitales inextinguibles del pueblo polaco y una nueva garantía de su futuro renacimiento. La creación de una Polonia fuerte e independiente no interesa sólo al pueblo polaco, sino a todos y cada uno de nosotros. Sólo podrá establecerse una estrecha colaboración entre los obreros todos de Europa si en cada país el pueblo es dueño dentro de su propia casa. Las revoluciones de 1848 que, aunque reñidas bajo la bandera del proletariado, solamente llevaron a los obreros a la lucha para sacar las castañas del fuego a la burguesía, acabaron por imponer, tomando por instrumento a Napoleón y a Bismarck (a los enemigos de la revolución), la independencia de Italia, Alemania y Hungría. En cambio, a Polonia, que en 1791 hizo por la causa revolucionaria más que estos tres países juntos, se la dejó sola cuando en 1863 tuvo que enfrentarse con el poder diez veces más fuerte de Rusia.

La nobleza polaca ha sido incapaz para mantener, y lo será también para restaurar, la independencia de Polonia. La burguesía va sintiéndose cada vez menos interesada en este asunto. La independencia polaca sólo podrá ser conquistada por el proletariado joven, en cuyas manos está la realización de esa esperanza. He ahí por qué los obreros del occidente de Europa no están menos interesados en la liberación de Polonia que los obreros polacos mismos.

Londres, 10 de febrero 1892.

F. ENGELS

5.-PRÓLOGO DE ENGELS A LA EDICIÓN ITALIANA DE 1893

La publicación del Manifiesto del Partido Comunista coincidió (si puedo expresarme así), con el momento en que estallaban las revoluciones de Milán y de Berlín, dos revoluciones que eran el alzamiento de dos pueblos: uno enclavado en el corazón del continente europeo y el otro tendido en las costas del mar Mediterráneo. Hasta ese momento, estos dos pueblos, desgarrados por luchas intestinas y guerras civiles, habían sido presa fácil de opresores extranjeros. Y del mismo modo que Italia estaba sujeta al dominio del emperador de Austria, Alemania vivía, aunque esta sujeción fuese menos patente, bajo el yugo del zar de todas las Rusias. La revolución del 18 de marzo emancipó a Italia y Alemania al mismo tiempo de este vergonzoso estado de cosas. Si después, durante el período que va de 1848 a 1871, estas dos grandes naciones permitieron que la vieja situación fuese restaurada, haciendo hasta cierto punto de “traidores de sí mismas”, se debió (como dijo Marx) a que los mismos que habían inspirado la revolución de 1848 se convirtieron, a despecho suyo, en sus verdugos.

La revolución fue en todas partes obra de las clases trabajadoras: fueron los obreros quienes levantaron las barricadas y dieron sus vidas luchando por la causa. Sin embargo, solamente los obreros de París, después de derribar el Gobierno, tenían la firme y decidida intención de derribar con él a todo el régimen burgués. Pero, aunque abrigaban una conciencia muy clara del antagonismo irreductible que se alzaba entre su propia clase y la burguesía, el desarrollo económico del país y el desarrollo intelectual de las masas obreras francesas no habían alcanzado todavía el nivel necesario para que pudiese triunfar una revolución socialista. Por eso, a la postre, los frutos de la revolución cayeron en el regazo de la clase capitalista. En otros países, como en Italia, Austria y Alemania, los obreros se limitaron desde el primer momento de la revolución a ayudar a la burguesía a tomar el Poder. En cada uno de estos países el gobierno de la burguesía sólo podía triunfar bajo la condición de la independencia nacional. Así se explica que las revoluciones del año 1848 condujesen inevitablemente a la unificación de los pueblos dentro de las fronteras nacionales y a su emancipación del yugo extranjero, condiciones que, hasta allí, no habían disfrutado. Estas condiciones son hoy realidad en Italia, en Alemania y en Hungría. Y a estos países seguirá Polonia cuando la hora llegue.

Aunque las revoluciones de 1848 no tenían carácter socialista, prepararon, sin embargo, el terreno para el advenimiento de la revolución del socialismo. Gracias al poderoso impulso que estas revoluciones imprimieron a la gran producción en todos los países, la sociedad burguesa ha ido creando durante los últimos cuarenta y cinco años un vasto, unido y potente proletariado, engendrando con él (como dice el Manifiesto Comunista) a sus propios enterradores. La unificación internacional del proletariado no hubiera sido posible, ni la colaboración sobria y deliberada de estos países en el logro de fines generales, si antes no hubiesen conquistado la unidad y la independencia nacionales, si hubiesen seguido manteniéndose dentro del aislamiento.

Intentemos representarnos, si podemos, el papel que hubieran hecho los obreros italianos, húngaros, alemanes, polacos y rusos luchando por su unión internacional bajo las condiciones políticas que prevalecían hacia el año 1848.

Las batallas reñidas en el 48 no fueron, pues, reñidas en balde. Ni han sido vividos tampoco en balde los cuarenta y cinco años que nos separan de la época revolucionaria. Los frutos de aquellos días empiezan a madurar, y hago votos porque la publicación de esta traducción italiana del Manifiesto sea heraldo del triunfo del proletariado italiano, como la publicación del texto primitivo lo fue de la revolución internacional.

El Manifiesto rinde el debido homenaje a los servicios revolucionarios prestados en otro tiempo por el capitalismo. Italia fue la primera nación que se convirtió en país capitalista. El ocaso de la Edad Media feudal y la aurora de la época capitalista contemporánea vieron aparecer en escena una figura gigantesca. Dante fue al mismo tiempo el último poeta de la Edad Media y el primer poeta de la nueva era. Hoy, como en 1300, se alza en el horizonte una nueva época. ¿Dará Italia al mundo otro Dante, capaz de cantar el nacimiento de la nueva era, de la era proletaria?

Londres, 1 de febrero de 1893.

F. ENGELS

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Manifiesto del Partido Comunista

Por:K. Marx y F. Engels

Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.

No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunismo.

De este hecho se desprenden dos consecuencias:

La primera es que el comunismo se halla ya reconocido como una potencia por todas las potencias europeas.

La segunda, que es ya hora de que los comunistas expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo así al paso de esa leyenda del espectro comunista con un manifiesto de su partido.

Con este fin se han congregado en Londres los representantes comunistas de diferentes países y redactado el siguiente Manifiesto, que aparecerá en lengua inglesa, francesa, alemana, italiana, flamenca y danesa.

I.-BURGUESES Y PROLETARIOS

Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad , es una historia de luchas de clases.

Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.

En los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida casi por doquier en una serie de estamentos , dentro de cada uno de los cuales reina, a su vez, una nueva jerarquía social de grados y posiciones. En la Roma antigua son los patricios, los équites, los plebeyos, los esclavos; en la Edad Media, los señores feudales, los vasallos, los maestros y los oficiales de los gremios, los siervos de la gleba, y dentro de cada una de esas clases todavía nos encontramos con nuevos matices y gradaciones.

La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas.

Sin embargo, nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos de clase. Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado.

De los siervos de la gleba de la Edad Media surgieron los “villanos” de las primeras ciudades; y estos villanos fueron el germen de donde brotaron los primeros elementos de la burguesía.

El descubrimiento de América, la circunnavegación de Africa abrieron nuevos horizontes e imprimieron nuevo impulso a la burguesía. El mercado de China y de las Indias orientales, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un empuje jamás conocido, atizando con ello el elemento revolucionario que se escondía en el seno de la sociedad feudal en descomposición.

El régimen feudal o gremial de producción que seguía imperando no bastaba ya para cubrir las necesidades que abrían los nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. Los maestros de los gremios se vieron desplazados por la clase media industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller.

Pero los mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían creciendo. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial de producción. La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos.

La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por tierra. A su vez, estos, progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporción en que se dilataban la industria, el comercio, la navegación, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la Edad Media.

Vemos, pues, que la moderna burguesía es, como lo fueron en su tiempo las otras clases, producto de un largo proceso histórico, fruto de una serie de transformaciones radicales operadas en el régimen de cambio y de producción.

A cada etapa de avance recorrida por la burguesía corresponde una nueva etapa de progreso político. Clase oprimida bajo el mando de los señores feudales, la burguesía forma en la “comuna” una asociación autónoma y armada para la defensa de sus intereses; en unos sitios se organiza en repúblicas municipales independientes; en otros forma el tercer estado tributario de las monarquías; en la época de la manufactura es el contrapeso de la nobleza dentro de la monarquía feudal o absoluta y el fundamento de las grandes monarquías en general, hasta que, por último, implantada la gran industria y abiertos los cauces del mercado mundial, se conquista la hegemonía política y crea el moderno Estado representativo. Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.

La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario.

Dondequiera que se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas. Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas. Echó por encima del santo temor de Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas. Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar. Sustituyó, para decirlo de una vez, un régimen de explotación, velado por los cendales de las ilusiones políticas y religiosas, por un régimen franco, descarado, directo, escueto, de explotación.

La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia.

La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares .

La burguesía vino a demostrar que aquellos alardes de fuerza bruta que la reacción tanto admira en la Edad Media tenían su complemento cumplido en la haraganería más indolente. Hasta que ella no lo reveló no supimos cuánto podía dar de sí el trabajo del hombre. La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas.

La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. Lo contrario de cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás.

La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta o otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones.

La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con la del espíritu. Los productos espirituales de las diferentes naciones vienen a formar un acervo común. Las limitaciones y peculiaridades del carácter nacional van pasando a segundo plano, y las literaturas locales y nacionales confluyen todas en una literatura universal.

La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero. Obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o perecer; las obliga a implantar en su propio seno la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. Crea un mundo hecho a su imagen y semejanza.

La burguesía somete el campo al imperio de la ciudad. Crea ciudades enormes, intensifica la población urbana en una fuerte proporción respecto a la campesina y arranca a una parte considerable de la gente del campo al cretinismo de la vida rural. Y del mismo modo que somete el campo a la ciudad, somete los pueblos bárbaros y semibárbaros a las naciones civilizadas, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.

La burguesía va aglutinando cada vez más los medios de producción, la propiedad y los habitantes del país. Aglomera la población, centraliza los medios de producción y concentra en manos de unos cuantos la propiedad. Este proceso tenía que conducir, por fuerza lógica, a un régimen de centralización política. Territorios antes independientes, apenas aliados, con intereses distintos, distintas leyes, gobiernos autónomos y líneas aduaneras propias, se asocian y refunden en una nación única, bajo un Gobierno, una ley, un interés nacional de clase y una sola línea aduanera.

En el siglo corto que lleva de existencia como clase soberana, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas. Basta pensar en el sometimiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación de vapor, en los ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación, en los nuevos pueblos que brotaron de la tierra como por ensalmo... ¿Quién, en los pasados siglos, pudo sospechar siquiera que en el regazo de la sociedad fecundada por el trabajo del hombre yaciesen soterradas tantas y tales energías y elementos de producción?

Hemos visto que los medios de producción y de transporte sobre los cuales se desarrolló la burguesía brotaron en el seno de la sociedad feudal. Cuando estos medios de transporte y de producción alcanzaron una determinada fase en su desarrollo, resultó que las condiciones en que la sociedad feudal producía y comerciaba, la organización feudal de la agricultura y la manufactura, en una palabra, el régimen feudal de la propiedad, no correspondían ya al estado progresivo de las fuerzas productivas. Obstruían la producción en vez de fomentarla. Se habían convertido en otras tantas trabas para su desenvolvimiento. Era menester hacerlas saltar, y saltaron.

Vino a ocupar su puesto la libre concurrencia, con la constitución política y social a ella adecuada, en la que se revelaba ya la hegemonía económica y política de la clase burguesa.

Pues bien: ante nuestros ojos se desarrolla hoy un espectáculo semejante. Las condiciones de producción y de cambio de la burguesía, el régimen burgués de la propiedad, la moderna sociedad burguesa, que ha sabido hacer brotar como por encanto tan fabulosos medios de producción y de transporte, recuerda al brujo impotente para dominar los espíritus subterráneos que conjuró. Desde hace varias décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de las modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el régimen vigente de producción, contra el régimen de la propiedad, donde residen las condiciones de vida y de predominio político de la burguesía. Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmado, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas.

Las armas con que la burguesía derribó al feudalismo se vuelven ahora contra ella.

Y la burguesía no sólo forja las armas que han de darle la muerte, sino que, además, pone en pie a los hombres llamados a manejarlas: estos hombres son los obreros, los proletarios.

En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarrollase también el proletariado, esa clase obrera moderna que sólo puede vivir encontrando trabajo y que sólo encuentra trabajo en la medida en que éste alimenta a incremento el capital. El obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones del mercado.

La extensión de la maquinaria y la división del trabajo quitan a éste, en el régimen proletario actual, todo carácter autónomo, toda libre iniciativa y todo encanto para el obrero. El trabajador se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje. Por eso, los gastos que supone un obrero se reducen, sobre poco más o menos, al mínimo de lo que necesita para vivir y para perpetuar su raza. Y ya se sabe que el precio de una mercancía, y como una de tantas el trabajo , equivale a su coste de producción. Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario pagado al obrero. Más aún: cuanto más aumentan la maquinaria y la división del trabajo, tanto más aumenta también éste, bien porque se alargue la jornada, bien porque se intensifique el rendimiento exigido, se acelere la marcha de las máquinas, etc.

La industria moderna ha convertido el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran fábrica del magnate capitalista. Las masas obreras concentradas en la fábrica son sometidas a una organización y disciplina militares. Los obreros, soldados rasos de la industria, trabajan bajo el mando de toda una jerarquía de sargentos, oficiales y jefes. No son sólo siervos de la burguesía y del Estado burgués, sino que están todos los días y a todas horas bajo el yugo esclavizador de la máquina, del contramaestre, y sobre todo, del industrial burgués dueño de la fábrica. Y este despotismo es tanto más mezquino, más execrable, más indignante, cuanta mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin que el lucro.

Cuanto menores son la habilidad y la fuerza que reclama el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es el desarrollo adquirido por la moderna industria, también es mayor la proporción en que el trabajo de la mujer y el niño desplaza al del hombre. Socialmente, ya no rigen para la clase obrera esas diferencias de edad y de sexo. Son todos, hombres, mujeres y niños, meros instrumentos de trabajo, entre los cuales no hay más diferencia que la del coste.

Y cuando ya la explotación del obrero por el fabricante ha dado su fruto y aquél recibe el salario, caen sobre él los otros representantes de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.

Toda una serie de elementos modestos que venían perteneciendo a la clase media, pequeños industriales, comerciantes y rentistas, artesanos y labriegos, son absorbidos por el proletariado; unos, porque su pequeño caudal no basta para alimentar las exigencias de la gran industria y sucumben arrollados por la competencia de los capitales más fuertes, y otros porque sus aptitudes quedan sepultadas bajo los nuevos progresos de la producción. Todas las clases sociales contribuyen, pues, a nutrir las filas del proletariado.

El proletariado recorre diversas etapas antes de fortificarse y consolidarse. Pero su lucha contra la burguesía data del instante mismo de su existencia.

Al principio son obreros aislados; luego, los de una fábrica; luego, los de todas una rama de trabajo, los que se enfrentan, en una localidad, con el burgués que personalmente los explota. Sus ataques no van sólo contra el régimen burgués de producción, van también contra los propios instrumentos de la producción; los obreros, sublevados, destruyen las mercancías ajenas que les hacen la competencia, destrozan las máquinas, pegan fuego a las fábricas, pugnan por volver a la situación, ya enterrada, del obrero medieval.

En esta primera etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el país y desunida por la concurrencia. Las concentraciones de masas de obreros no son todavía fruto de su propia unión, sino fruto de la unión de la burguesía, que para alcanzar sus fines políticos propios tiene que poner en movimiento -cosa que todavía logra- a todo el proletariado. En esta etapa, los proletarios no combaten contra sus enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos, contra los vestigios de la monarquía absoluta, los grandes señores de la tierra, los burgueses no industriales, los pequeños burgueses. La marcha de la historia está toda concentrada en manos de la burguesía, y cada triunfo así alcanzado es un triunfo de la clase burguesa.

Sin embargo, el desarrollo de la industria no sólo nutre las filas del proletariado, sino que las aprieta y concentra; sus fuerzas crecen, y crece también la conciencia de ellas. Y al paso que la maquinaria va borrando las diferencias y categorías en el trabajo y reduciendo los salarios casi en todas partes a un nivel bajísimo y uniforme, van nivelándose también los intereses y las condiciones de vida dentro del proletariado. La competencia, cada vez más aguda, desatada entre la burguesía, y las crisis comerciales que desencadena, hacen cada vez más inseguro el salario del obrero; los progresos incesantes y cada día más veloces del maquinismo aumentan gradualmente la inseguridad de su existencia; las colisiones entre obreros y burgueses aislados van tomando el carácter, cada vez más señalado, de colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a coaligarse contra los burgueses, se asocian y unen para la defensa de sus salarios. Crean organizaciones permanentes para pertrecharse en previsión de posibles batallas. De vez en cuando estallan revueltas y sublevaciones.

Los obreros arrancan algún triunfo que otro, pero transitorio siempre. El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera. Coadyuvan a ello los medios cada vez más fáciles de comunicación, creados por la gran industria y que sirven para poner en contacto a los obreros de las diversas regiones y localidades. Gracias a este contacto, las múltiples acciones locales, que en todas partes presentan idéntico carácter, se convierten en un movimiento nacional, en una lucha de clases. Y toda lucha de clases es una acción política. Las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales, necesitaron siglos enteros para unirse con las demás; el proletariado moderno, gracias a los ferrocarriles, ha creado su unión en unos cuantos años.

Esta organización de los proletarios como clase, que tanto vale decir como partido político, se ve minada a cada momento por la concurrencia desatada entre los propios obreros. Pero avanza y triunfa siempre, a pesar de todo, cada vez más fuerte, más firme, más pujante. Y aprovechándose de las discordias que surgen en el seno de la burguesía, impone la sanción legal de sus intereses propios. Así nace en Inglaterra la ley de la jornada de diez horas.

Las colisiones producidas entre las fuerzas de la antigua sociedad imprimen nuevos impulsos al proletariado. La burguesía lucha incesantemente: primero, contra la aristocracia; luego, contra aquellos sectores de la propia burguesía cuyos intereses chocan con los progresos de la industria, y siempre contra la burguesía de los demás países. Para librar estos combates no tiene más remedio que apelar al proletariado, reclamar su auxilio, arrastrándolo así a la palestra política. Y de este modo, le suministra elementos de fuerza, es decir, armas contra sí misma.

Además, como hemos visto, los progresos de la industria traen a las filas proletarias a toda una serie de elementos de la clase gobernante, o a lo menos los colocan en las mismas condiciones de vida. Y estos elementos suministran al proletariado nuevas fuerzas.

Finalmente, en aquellos períodos en que la lucha de clases está a punto de decidirse, es tan violento y tan claro el proceso de desintegración de la clase gobernante latente en el seno de la sociedad antigua, que una pequeña parte de esa clase se desprende de ella y abraza la causa revolucionaria, pasándose a la clase que tiene en sus manos el porvenir. Y así como antes una parte de la nobleza se pasaba a la burguesía, ahora una parte de la burguesía se pasa al campo del proletariado; en este tránsito rompen la marcha los intelectuales burgueses, que, analizando teóricamente el curso de la historia, han logrado ver claro en sus derroteros.

De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía no hay más que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado. Las demás perecen y desaparecen con la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto genuino y peculiar.

Los elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales clases. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, reaccionarios, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia. Todo lo que tienen de revolucionario es lo que mira a su tránsito inminente al proletariado; con esa actitud no defienden sus intereses actuales, sino los futuros; se despojan de su posición propia para abrazar la del proletariado.

El proletariado andrajoso , esa putrefacción pasiva de las capas más bajas de la vieja sociedad, se verá arrastrado en parte al movimiento por una revolución proletaria, si bien las condiciones todas de su vida lo hacen más propicio a dejarse comprar como instrumento de manejos reaccionarios.

Las condiciones de vida de la vieja sociedad aparecen ya destruidas en las condiciones de vida del proletariado. El proletario carece de bienes. Sus relaciones con la mujer y con los hijos no tienen ya nada de común con las relaciones familiares burguesas; la producción industrial moderna, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Alemania que en Norteamérica, borra en él todo carácter nacional. Las leyes, la moral, la religión, son para él otros tantos prejuicios burgueses tras los que anidan otros tantos intereses de la burguesía. Todas las clases que le precedieron y conquistaron el Poder procuraron consolidar las posiciones adquiridas sometiendo a la sociedad entera a su régimen de adquisición. Los proletarios sólo pueden conquistar para sí las fuerzas sociales de la producción aboliendo el régimen adquisitivo a que se hallan sujetos, y con él todo el régimen de apropiación de la sociedad. Los proletarios no tienen nada propio que asegurar, sino destruir todos los aseguramientos y seguridades privadas de los demás.

Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa. El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial.

Por su forma, aunque no por su contenido, la campaña del proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional. Es lógico que el proletariado de cada país ajuste ante todo las cuentas con su propia burguesía.

Al esbozar, en líneas muy generales, las diferentes fases de desarrollo del proletariado, hemos seguido las incidencias de la guerra civil más o menos embozada que se plantea en el seno de la sociedad vigente hasta el momento en que esta guerra civil desencadena una revolución abierta y franca, y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, echa las bases de su poder.

Hasta hoy, toda sociedad descansó, como hemos visto, en el antagonismo entre las clases oprimidas y las opresoras. Mas para poder oprimir a una clase es menester asegurarle, por lo menos, las condiciones indispensables de vida, pues de otro modo se extinguiría, y con ella su esclavizamiento. El siervo de la gleba se vio exaltado a miembro del municipio sin salir de la servidumbre, como el villano convertido en burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. La situación del obrero moderno es muy distinta, pues lejos de mejorar conforme progresa la industria, decae y empeora por debajo del nivel de su propia clase. El obrero se depaupera, y el pauperismo se desarrolla en proporciones mucho mayores que la población y la riqueza. He ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e imponiendo a ésta por norma las condiciones de su vida como clase. Es incapaz de gobernar, porque es incapaz de garantizar a sus esclavos la existencia ni aun dentro de su esclavitud, porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una situación de desamparo en que no tiene más remedio que mantenerles, cuando son ellos quienes debieran mantenerla a ella. La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad.

La existencia y el predominio de la clase burguesa tienen por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos, la formación e incremento constante del capital; y éste, a su vez, no puede existir sin el trabajo asalariado. El trabajo asalariado Presupone, inevitablemente, la concurrencia de los obreros entre sí. Los progresos de la industria, que tienen por cauce automático y espontáneo a la burguesía, imponen, en vez del aislamiento de los obreros por la concurrencia, su unión revolucionaria por la organización. Y así, al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve tambalearse bajo sus pies las bases sobre que produce y se apropia lo producido. Y a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios enterradores. Su muerte y el triunfo del proletariado sin igualmente inevitables.

II.-PROLETARIOS Y COMUNISTAS

¿Qué relación guardan los comunistas con los proletarios en general?

Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros.

No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.

Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto.

Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario.

El objetivo inmediato de los comunistas es idéntico al que persiguen los demás partidos proletarios en general: formar la conciencia de clase del proletariado, derrocar el régimen de la burguesía, llevar al proletariado a la conquista del Poder.

Las proposiciones teóricas de los comunistas no descansan ni mucho menos en las ideas, en los principios forjados o descubiertos por ningún redentor de la humanidad. Son todas expresión generalizada de las condiciones materiales de una lucha de clases real y vívida, de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista de todos. La abolición del régimen vigente de la propiedad no es tampoco ninguna característica peculiar del comunismo.

Las condiciones que forman el régimen de la propiedad han estado sujetas siempre a cambios históricos, a alteraciones históricas constantes.

Así, por ejemplo, la Revolución francesa abolió la propiedad feudal para instaurar sobre sus ruinas la propiedad burguesa.

Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la burguesía, de esta moderna institución de la propiedad privada burguesa, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por otros.

Así entendida, sí pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada.

Se nos reprocha que queremos destruir la propiedad personal bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano, esa propiedad que es para el hombre la base de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la garantía de toda independencia.

¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano! ¿Os referís acaso a la propiedad del humilde artesano, del pequeño labriego, precedente histórico de la propiedad burguesa? No, ésa no necesitamos destruirla; el desarrollo de la industria lo ha hecho ya y lo está haciendo a todas horas.

¿O queréis referimos a la moderna propiedad privada de la burguesía?

Decidnos: ¿es que el trabajo asalariado, el trabajo de proletario, le rinde propiedad? No, ni mucho menos. Lo que rinde es capital, esa forma de propiedad que se nutre de la explotación del trabajo asalariado, que sólo puede crecer y multiplicarse a condición de engendrar nuevo trabajo asalariado para hacerlo también objeto de su explotación. La propiedad, en la forma que hoy presenta, no admite salida a este antagonismo del capital y el trabajo asalariado. Detengámonos un momento a contemplar los dos términos de la antítesis.

Ser capitalista es ocupar un puesto, no simplemente personal, sino social, en el proceso de la producción. El capital es un producto colectivo y no puede ponerse en marcha más que por la cooperación de muchos individuos, y aún cabría decir que, en rigor, esta cooperación abarca la actividad común de todos los individuos de la sociedad. El capital no es, pues, un patrimonio personal, sino una potencia social.

Los que, por tanto, aspiramos a convertir el capital en propiedad colectiva, común a todos los miembros de la sociedad, no aspiramos a convertir en colectiva una riqueza personal. A lo único que aspiramos es a transformar el carácter colectivo de la propiedad, a despojarla de su carácter de clase.

Hablemos ahora del trabajo asalariado.

El precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir, la suma de víveres necesaria para sostener al obrero como tal obrero. Todo lo que el obrero asalariado adquiere con su trabajo es, pues, lo que estrictamente necesita para seguir viviendo y trabajando. Nosotros no aspiramos en modo alguno a destruir este régimen de apropiación personal de los productos de un trabajo encaminado a crear medios de vida: régimen de apropiación que no deja, como vemos, el menor margen de rendimiento líquido y, con él, la posibilidad de ejercer influencia sobre los demás hombres. A lo que aspiramos es a destruir el carácter oprobioso de este régimen de apropiación en que el obrero sólo vive para multiplicar el capital, en que vive tan sólo en la medida en que el interés de la clase dominante aconseja que viva.

En la sociedad burguesa, el trabajo vivo del hombre no es más que un medio de incrementar el trabajo acumulado. En la sociedad comunista, el trabajo acumulado será, por el contrario, un simple medio para dilatar, fomentar y enriquecer la vida del obrero.

En la sociedad burguesa es, pues, el pasado el que impera sobre el presente; en la comunista, imperará el presente sobre el pasado. En la sociedad burguesa se reserva al capital toda personalidad e iniciativa; el individuo trabajador carece de iniciativa y personalidad.

¡Y a la abolición de estas condiciones, llama la burguesía abolición de la personalidad y la libertad! Y, sin embargo, tiene razón. Aspiramos, en efecto, a ver abolidas la personalidad, la independencia y la libertad burguesa.

Por libertad se entiende, dentro del régimen burgués de la producción, el librecambio, la libertad de comprar y vender.

Desaparecido el tráfico, desaparecerá también, forzosamente el libre tráfico. La apología del libre tráfico, como en general todos los ditirambos a la libertad que entona nuestra burguesía, sólo tienen sentido y razón de ser en cuanto significan la emancipación de las trabas y la servidumbre de la Edad Media, pero palidecen ante la abolición comunista del tráfico, de las condiciones burguesas de producción y de la propia burguesía.

Os aterráis de que queramos abolir la propiedad privada, ¡cómo si ya en el seno de vuestra sociedad actual, la propiedad privada no estuviese abolida para nueve décimas partes de la población, como si no existiese precisamente a costa de no existir para esas nueve décimas partes! ¿Qué es, pues, lo que en rigor nos reprocháis? Querer destruir un régimen de propiedad que tiene por necesaria condición el despojo de la inmensa mayoría de la sociedad.

Nos reprocháis, para decirlo de una vez, querer abolir vuestra propiedad. Pues sí, a eso es a lo que aspiramos.

Para vosotros, desde el momento en que el trabajo no pueda convertirse ya en capital, en dinero, en renta, en un poder social monopolizable; desde el momento en que la propiedad personal no pueda ya trocarse en propiedad burguesa, la persona no existe.

Con eso confesáis que para vosotros no hay más persona que el burgués, el capitalista. Pues bien, la personalidad así concebida es la que nosotros aspiramos a destruir.

El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar por medio de esta apropiación el trabajo ajeno.

Se arguye que, abolida la propiedad privada, cesará toda actividad y reinará la indolencia universal.

Si esto fuese verdad, ya hace mucho tiempo que se habría estrellado contra el escollo de la holganza una sociedad como la burguesa, en que los que trabajan no adquieren y los que adquieren, no trabajan. Vuestra objeción viene a reducirse, en fin de cuentas, a una verdad que no necesita de demostración, y es que, al desaparecer el capital, desaparecerá también el trabajo asalariado.

Las objeciones formuladas contra el régimen comunista de apropiación y producción material, se hacen extensivas a la producción y apropiación de los productos espirituales. Y así como el destruir la propiedad de clases equivale, para el burgués, a destruir la producción, el destruir la cultura de clase es para él sinónimo de destruir la cultura en general.

Esa cultura cuya pérdida tanto deplora, es la que convierte en una máquina a la inmensa mayoría de la sociedad.

Al discutir con nosotros y criticar la abolición de la propiedad burguesa partiendo de vuestras ideas burguesas de libertad, cultura, derecho, etc., no os dais cuenta de que esas mismas ideas son otros tantos productos del régimen burgués de propiedad y de producción, del mismo modo que vuestro derecho no es más que la voluntad de vuestra clase elevada a ley: una voluntad que tiene su contenido y encarnación en las condiciones materiales de vida de vuestra clase.

Compartís con todas las clases dominantes que han existido y perecieron la idea interesada de que vuestro régimen de producción y de propiedad, obra de condiciones históricas que desaparecen en el transcurso de la producción, descansa sobre leyes naturales eternas y sobre los dictados de la razón. Os explicáis que haya perecido la propiedad antigua, os explicáis que pereciera la propiedad feudal; lo que no os podéis explicar es que perezca la propiedad burguesa, vuestra propiedad.

¡Abolición de la familia! Al hablar de estas intenciones satánicas de los comunistas, hasta los más radicales gritan escándalo.

Pero veamos: ¿en qué se funda la familia actual, la familia burguesa? En el capital, en el lucro privado. Sólo la burguesía tiene una familia, en el pleno sentido de la palabra; y esta familia encuentra su complemento en la carencia forzosa de relaciones familiares de los proletarios y en la pública prostitución.

Es natural que ese tipo de familia burguesa desaparezca al desaparecer su complemento, y que una y otra dejen de existir al dejar de existir el capital, que le sirve de base.

¿Nos reprocháis acaso que aspiremos a abolir la explotación de los hijos por sus padres? Sí, es cierto, a eso aspiramos.

Pero es, decís, que pretendemos destruir la intimidad de la familia, suplantando la educación doméstica por la social.

¿Acaso vuestra propia educación no está también influida por la sociedad, por las condiciones sociales en que se desarrolla, por la intromisión más o menos directa en ella de la sociedad a través de la escuela, etc.? No son precisamente los comunistas los que inventan esa intromisión de la sociedad en la educación; lo que ellos hacen es modificar el carácter que hoy tiene y sustraer la educación a la influencia de la clase dominante.

Esos tópicos burgueses de la familia y la educación, de la intimidad de las relaciones entre padres e hijos, son tanto más grotescos y descarados cuanto más la gran industria va desgarrando los lazos familiares de los proletarios y convirtiendo a los hijos en simples mercancías y meros instrumentos de trabajo.

¡Pero es que vosotros, los comunistas, nos grita a coro la burguesía entera, pretendéis colectivizar a las mujeres!

El burgués, que no ve en su mujer más que un simple instrumento de producción, al oírnos proclamar la necesidad de que los instrumentos de producción sean explotados colectivamente, no puede por menos de pensar que el régimen colectivo se hará extensivo igualmente a la mujer.

No advierte que de lo que se trata es precisamente de acabar con la situación de la mujer como mero instrumento de producción.

Nada más ridículo, por otra parte, que esos alardes de indignación, henchida de alta moral de nuestros burgueses, al hablar de la tan cacareada colectivización de las mujeres por el comunismo. No; los comunistas no tienen que molestarse en implantar lo que ha existido siempre o casi siempre en la sociedad.

Nuestros burgueses, no bastándoles, por lo visto, con tener a su disposición a las mujeres y a los hijos de sus proletarios -¡y no hablemos de la prostitución oficial!-, sienten una grandísima fruición en seducirse unos a otros sus mujeres.

En realidad, el matrimonio burgués es ya la comunidad de las esposas. A lo sumo, podría reprocharse a los comunistas el pretender sustituir este hipócrita y recatado régimen colectivo de hoy por una colectivización oficial, franca y abierta, de la mujer. Por lo demás, fácil es comprender que, al abolirse el régimen actual de producción, desaparecerá con él el sistema de comunidad de la mujer que engendra, y que se refugia en la prostitución, en la oficial y en la encubierta.

A los comunistas se nos reprocha también que queramos abolir la patria, la nacionalidad.

Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que no tienen. No obstante, siendo la mira inmediata del proletariado la conquista del Poder político, su exaltación a clase nacional, a nación, es evidente que también en él reside un sentido nacional, aunque ese sentido no coincida ni mucho menos con el de la burguesía.

Ya el propio desarrollo de la burguesía, el librecambio, el mercado mundial, la uniformidad reinante en la producción industrial, con las condiciones de vida que engendra, se encargan de borrar más y más las diferencias y antagonismos nacionales.

El triunfo del proletariado acabará de hacerlos desaparecer. La acción conjunta de los proletarios, a lo menos en las naciones civilizadas, es una de las condiciones primordiales de su emancipación. En la medida y a la par que vaya desapareciendo la explotación de unos individuos por otros, desaparecerá también la explotación de unas naciones por otras.

Con el antagonismo de las clases en el seno de cada nación, se borrará la hostilidad de las naciones entre sí.

No queremos entrar a analizar las acusaciones que se hacen contra el comunismo desde el punto de vista religioso-filosófico e ideológico en general.

No hace falta ser un lince para ver que, al cambiar las condiciones de vida, las relaciones sociales, la existencia social del hombre, cambian también sus ideas, sus opiniones y sus conceptos, su conciencia, en una palabra.

La historia de las ideas es una prueba palmaria de cómo cambia y se transforma la producción espiritual con la material. Las ideas imperantes en una época han sido siempre las ideas propias de la clase imperante .

Se habla de ideas que revolucionan a toda una sociedad; con ello, no se hace más que dar expresión a un hecho, y es que en el seno de la sociedad antigua han germinado ya los elementos para la nueva, y a la par que se esfuman o derrumban las antiguas condiciones de vida, se derrumban y esfuman las ideas antiguas.

Cuando el mundo antiguo estaba a punto de desaparecer, las religiones antiguas fueron vencidas y suplantadas por el cristianismo. En el siglo XVIII, cuando las ideas cristianas sucumbían ante el racionalismo, la sociedad feudal pugnaba desesperadamente, haciendo un último esfuerzo, con la burguesía, entonces revolucionaria. Las ideas de libertad de conciencia y de libertad religiosa no hicieron más que proclamar el triunfo de la libre concurrencia en el mundo ideológico.

Se nos dirá que las ideas religiosas, morales, filosóficas, políticas, jurídicas, etc., aunque sufran alteraciones a lo largo de la historia, llevan siempre un fondo de perennidad, y que por debajo de esos cambios siempre ha habido una religión, una moral, una filosofía, una política, un derecho.

Además, se seguirá arguyendo, existen verdades eternas, como la libertad, la justicia, etc., comunes a todas las sociedades y a todas las etapas de progreso de la sociedad. Pues bien, el comunismo -continúa el argumento- viene a destruir estas verdades eternas, la moral, la religión, y no a sustituirlas por otras nuevas; viene a interrumpir violentamente todo el desarrollo histórico anterior.

Veamos a qué queda reducida esta acusación.

Hasta hoy, toda la historia de la sociedad ha sido una constante sucesión de antagonismos de clases, que revisten diversas modalidades, según las épocas.

Mas, cualquiera que sea la forma que en cada caso adopte, la explotación de una parte de la sociedad por la otra es un hecho común a todas las épocas del pasado. Nada tiene, pues, de extraño que la conciencia social de todas las épocas se atenga, a despecho de toda la variedad y de todas las divergencias, a ciertas formas comunes, formas de conciencia hasta que el antagonismo de clases que las informa no desaparezca radicalmente.

La revolución comunista viene a romper de la manera más radical con el régimen tradicional de la propiedad; nada tiene, pues, de extraño que se vea obligada a romper, en su desarrollo, de la manera también más radical, con las ideas tradicionales.

Pero no queremos detenernos por más tiempo en los reproches de la burguesía contra el comunismo.

Ya dejamos dicho que el primer paso de la revolución obrera será la exaltación del proletariado al Poder, la conquista de la democracia .

El proletariado se valdrá del Poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase gobernante, y procurando fomentar por todos los medios y con la mayor rapidez posible las energías productivas.

Claro está que, al principio, esto sólo podrá llevarse a cabo mediante una acción despótica sobre la propiedad y el régimen burgués de producción, por medio de medidas que, aunque de momento parezcan económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán un gran resorte propulsor y de las que no puede prescindiese como medio para transformar todo el régimen de producción vigente.

Estas medidas no podrán ser las mismas, naturalmente, en todos los países.

Para los más progresivos mencionaremos unas cuantas, susceptibles, sin duda, de ser aplicadas con carácter más o menos general, según los casos .

1.a Expropiación de la propiedad inmueble y aplicación de la renta del suelo a los gastos públicos.

2.a Fuerte impuesto progresivo.

3.a Abolición del derecho de herencia.

4.a Confiscación de la fortuna de los emigrados y rebeldes.

5.a Centralización del crédito en el Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y régimen de monopolio.

6.a Nacionalización de los transportes.

7.a Multiplicación de las fábricas nacionales y de los medios de producción, roturación y mejora de terrenos con arreglo a un plan colectivo.

8.a Proclamación del deber general de trabajar; creación de ejércitos industriales, principalmente en el campo.

9.a Articulación de las explotaciones agrícolas e industriales; tendencia a ir borrando gradualmente las diferencias entre el campo y la ciudad.

10.a Educación pública y gratuita de todos los niños. Prohibición del trabajo infantil en las fábricas bajo su forma actual. Régimen combinado de la educación con la producción material, etc.

Tan pronto como, en el transcurso del tiempo, hayan desaparecido las diferencias de clase y toda la producción esté concentrada en manos de la sociedad, el Estado perderá todo carácter político. El Poder político no es, en rigor, más que el poder organizado de una clase para la opresión de la otra. El proletariado se ve forzado a organizarse como clase para luchar contra la burguesía; la revolución le lleva al Poder; mas tan pronto como desde él, como clase gobernante, derribe por la fuerza el régimen vigente de producción, con éste hará desaparecer las condiciones que determinan el antagonismo de clases, las clases mismas, y, por tanto, su propia soberanía como tal clase.

Y a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos.

III.-LITERATURA SOCIALISTA Y COMUNISTA

1. El socialismo reaccionario

a) El socialismo feudal

La aristocracia francesa e inglesa, que no se resignaba a abandonar su puesto histórico, se dedicó, cuando ya no pudo hacer otra cosa, a escribir libelos contra la moderna sociedad burguesa. En la revolución francesa de julio de 1830, en el movimiento reformista inglés, volvió a sucumbir, arrollada por el odiado intruso. Y no pudiendo dar ya ninguna batalla política seria, no le quedaba más arma que la pluma. Mas también en la palestra literaria habían cambiado los tiempos; ya no era posible seguir empleando el lenguaje de la época de la Restauración. Para ganarse simpatías, la aristocracia hubo de olvidar aparentemente sus intereses y acusar a la burguesía, sin tener presente más interés que el de la clase obrera explotada. De este modo, se daba el gusto de provocar a su adversario y vencedor con amenazas y de musitarle al oído profecías más o menos catastróficas.

Nació así, el socialismo feudal, una mezcla de lamento, eco del pasado y rumor sordo del porvenir; un socialismo que de vez en cuando asestaba a la burguesía un golpe en medio del corazón con sus juicios sardónicos y acerados, pero que casi siempre movía a risa por su total incapacidad para comprender la marcha de la historia moderna.

Con el fin de atraer hacia sí al pueblo, tremolaba el saco del mendigo proletario por bandera. Pero cuantas veces lo seguía, el pueblo veía brillar en las espaldas de los caudillos las viejas armas feudales y se dispersaba con una risotada nada contenida y bastante irrespetuosa.

Una parte de los legitimistas franceses y la joven Inglaterra, fueron los más perfectos organizadores de este espectáculo.

Esos señores feudales, que tanto insisten en demostrar que sus modos de explotación no se parecían en nada a los de la burguesía, se olvidan de una cosa, y es de que las circunstancias y condiciones en que ellos llevaban a cabo su explotación han desaparecido. Y, al enorgullecerse de que bajo su régimen no existía el moderno proletariado, no advierten que esta burguesía moderna que tanto abominan, es un producto históricamente necesario de su orden social.

Por lo demás, no se molestan gran cosa en encubrir el sello reaccionario de sus doctrinas, y así se explica que su más rabiosa acusación contra la burguesía sea precisamente el crear y fomentar bajo su régimen una clase que está llamada a derruir todo el orden social heredado.

Lo que más reprochan a la burguesía no es el engendrar un proletariado, sino el engendrar un proletariado revolucionario.

Por eso, en la práctica están siempre dispuestos a tomar parte en todas las violencias y represiones contra la clase obrera, y en la prosaica realidad se resignan, pese a todas las retóricas ampulosas, a recolectar también los huevos de oro y a trocar la nobleza, el amor y el honor caballerescos por el vil tráfico en lana, remolacha y aguardiente.

Como los curas van siempre del brazo de los señores feudales, no es extraño que con este socialismo feudal venga a confluir el socialismo clerical.

Nada más fácil que dar al ascetismo cristiano un barniz socialista. ¿No combatió también el cristianismo contra la propiedad privada, contra el matrimonio, contra el Estado? ¿No predicó frente a las instituciones la caridad y la limosna, el celibato y el castigo de la carne, la vida monástica y la Iglesia? El socialismo cristiano es el hisopazo con que el clérigo bendice el despecho del aristócrata.

b) El socialismo pequeñoburgués

La aristocracia feudal no es la única clase derrocada por la burguesía, la única clase cuyas condiciones de vida ha venido a oprimir y matar la sociedad burguesa moderna. Los villanos medievales y los pequeños labriegos fueron los precursores de la moderna burguesía. Y en los países en que la industria y el comercio no han alcanzado un nivel suficiente de desarrollo, esta clase sigue vegetando al lado de la burguesía ascensional.

En aquellos otros países en que la civilización moderna alcanza un cierto grado de progreso, ha venido a formarse una nueva clase pequeñoburguesa que flota entre la burguesía y el proletariado y que, si bien gira constantemente en torno a la sociedad burguesa como satélite suyo, no hace más que brindar nuevos elementos al proletariado, precipitados a éste por la concurrencia; al desarrollarse la gran industria llega un momento en que esta parte de la sociedad moderna pierde su substantividad y se ve suplantada en el comercio, en la manufactura, en la agricultura por los capataces y los domésticos.

En países como Francia, en que la clase labradora representa mucho más de la mitad de la población, era natural que ciertos escritores, al abrazar la causa del proletariado contra la burguesía, tomasen por norma, para criticar el régimen burgués, los intereses de los pequeños burgueses y los campesinos, simpatizando por la causa obrera con el ideario de la pequeña burguesía. Así nació el socialismo pequeñoburgués. Su representante más caracterizado, lo mismo en Francia que en Inglaterra, es Sismondi.

Este socialismo ha analizado con una gran agudeza las contradicciones del moderno régimen de producción. Ha desenmascarado las argucias hipócritas con que pretenden justificarlas los economistas. Ha puesto de relieve de modo irrefutable, los efectos aniquiladores del maquinismo y la división del trabajo, la concentración de los capitales y la propiedad inmueble, la superproducción, las crisis, la inevitable desaparición de los pequeños burgueses y labriegos, la miseria del proletariado, la anarquía reinante en la producción, las desigualdades irritantes que claman en la distribución de la riqueza, la aniquiladora guerra industrial de unas naciones contra otras, la disolución de las costumbres antiguas, de la familia tradicional, de las viejas nacionalidades.

Pero en lo que atañe ya a sus fórmulas positivas, este socialismo no tiene más aspiración que restaurar los antiguos medios de producción y de cambio, y con ellos el régimen tradicional de propiedad y la sociedad tradicional, cuando no pretende volver a encajar por la fuerza los modernos medios de producción y de cambio dentro del marco del régimen de propiedad que hicieron y forzosamente tenían que hacer saltar. En uno y otro caso peca, a la par, de reaccionario y de utópico.

En la manufactura, la restauración de los viejos gremios, y en el campo, la implantación de un régimen patriarcal: he ahí sus dos magnas aspiraciones.

Hoy, esta corriente socialista ha venido a caer en una cobarde modorra.

c) El socialismo alemán o "verdadero" socialismo

La literatura socialista y comunista de Francia, nacida bajo la presión de una burguesía gobernante y expresión literaria de la lucha librada contra su avasallamiento, fue importada en Alemania en el mismo instante en que la burguesía empezaba a sacudir el yugo del absolutismo feudal.

Los filósofos, pseudofilósofos y grandes ingenios del país se asimilaron codiciosamente aquella literatura, pero olvidando que con las doctrinas no habían pasado la frontera también las condiciones sociales a que respondían. Al enfrentarse con la situación alemana, la literatura socialista francesa perdió toda su importancia práctica directa, para asumir una fisonomía puramente literaria y convertirse en una ociosa especulación acerca del espíritu humano y de sus proyecciones sobre la realidad. Y así, mientras que los postulados de la primera revolución francesa eran, para los filósofos alemanes del siglo XVIII, los postulados de la “razón práctica” en general, las aspiraciones de la burguesía francesa revolucionaria representaban a sus ojos las leyes de la voluntad pura, de la voluntad ideal, de una voluntad verdaderamente humana.

La única preocupación de los literatos alemanes era armonizar las nuevas ideas francesas con su vieja conciencia filosófica, o, por mejor decir, asimilarse desde su punto de vista filosófico aquellas ideas.

Esta asimilación se llevó a cabo por el mismo procedimiento con que se asimila uno una lengua extranjera: traduciéndola.

Todo el mundo sabe que los monjes medievales se dedicaban a recamar los manuscritos que atesoraban las obras clásicas del paganismo con todo género de insubstanciales historias de santos de la Iglesia católica. Los literatos alemanes procedieron con la literatura francesa profana de un modo inverso. Lo que hicieron fue empalmar sus absurdos filosóficos a los originales franceses. Y así, donde el original desarrollaba la crítica del dinero, ellos pusieron: “expropiación del ser humano”; donde se criticaba el Estado burgués: “abolición del imperio de lo general abstracto”, y así por el estilo.

Esta interpelación de locuciones y galimatías filosóficos en las doctrinas francesas, fue bautizada con los nombres de “filosofía del hecho” , “verdadero socialismo”, “ciencia alemana del socialismo”, “fundamentación filosófica del socialismo”, y otros semejantes.

De este modo, la literatura socialista y comunista francesa perdía toda su virilidad. Y como, en manos de los alemanes, no expresaba ya la lucha de una clase contra otra clase, el profesor germano se hacía la ilusión de haber superado el “parcialismo francés”; a falta de verdaderas necesidades pregonaba la de la verdad, y a falta de los intereses del proletariado mantenía los intereses del ser humano, del hombre en general, de ese hombre que no reconoce clases, que ha dejado de vivir en la realidad para transportarse al cielo vaporoso de la fantasía filosófica.

Sin embargo, este socialismo alemán, que tomaba tan en serio sus desmayados ejercicios escolares y que tanto y tan solemnemente trompeteaba, fue perdiendo poco a poco su pedantesca inocencia.

En la lucha de la burguesía alemana, y principalmente, de la prusiana, contra el régimen feudal y la monarquía absoluta, el movimiento liberal fue tomando un cariz más serio.

Esto deparaba al “verdadero” socialismo la ocasión apetecida para oponer al movimiento político las reivindicaciones socialistas, para fulminar los consabidos anatemas contra el liberalismo, contra el Estado representativo, contra la libre concurrencia burguesa, contra la libertad de Prensa, la libertad, la igualdad y el derecho burgueses, predicando ante la masa del pueblo que con este movimiento burgués no saldría ganando nada y sí perdiendo mucho. El socialismo alemán se cuidaba de olvidar oportunamente que la crítica francesa, de la que no era más que un eco sin vida, presuponía la existencia de la sociedad burguesa moderna, con sus peculiares condiciones materiales de vida y su organización política adecuada, supuestos previos ambos en torno a los cuales giraba precisamente la lucha en Alemania.

Este “verdadero” socialismo les venía al dedillo a los gobiernos absolutos alemanes, con toda su cohorte de clérigos, maestros de escuela, hidalgüelos raídos y cagatintas, pues les servía de espantapájaros contra la amenazadora burguesía. Era una especie de melifluo complemento a los feroces latigazos y a las balas de fusil con que esos gobiernos recibían los levantamientos obreros.

Pero el “verdadero” socialismo, además de ser, como vemos, un arma en manos de los gobiernos contra la burguesía alemana, encarnaba de una manera directa un interés reaccionario, el interés de la baja burguesía del país. La pequeña burguesía, heredada del siglo XVI y que desde entonces no había cesado de aflorar bajo diversas formas y modalidades, constituye en Alemania la verdadera base social del orden vigente.

Conservar esta clase es conservar el orden social imperante. Del predominio industrial y político de la burguesía teme la ruina segura, tanto por la concentración de capitales que ello significa, como porque entraña la formación de un proletariado revolucionario. El “verdadero” socialismo venía a cortar de un tijeretazo -así se lo imaginaba ella- las dos alas de este peligro. Por eso, se extendió por todo el país como una verdadera epidemia.

El ropaje ampuloso en que los socialistas alemanes envolvían el puñado de huesos de sus “verdades eternas”, un ropaje tejido con hebras especulativas, bordado con las flores retóricas de su ingenio, empapado de nieblas melancólicas y románticas, hacía todavía más gustosa la mercancía para ese público.

Por su parte, el socialismo alemán comprendía más claramente cada vez que su misión era la de ser el alto representante y abanderado de esa baja burguesía.

Proclamó a la nación alemana como nación modelo y al súbdito alemán como el tipo ejemplar de hombre. Dio a todos sus servilismos y vilezas un hondo y oculto sentido socialista, tornándolos en lo contrario de lo que en realidad eran. Y al alzarse curiosamente contra las tendencias “barbaras y destructivas” del comunismo, subrayando como contraste la imparcialidad sublime de sus propias doctrinas, ajenas a toda lucha de clases, no hacía más que sacar la última consecuencia lógica de su sistema. Toda la pretendida literatura socialista y comunista que circula por Alemania, con poquísimas excepciones, profesa estas doctrinas repugnantes y castradas .

2. El socialismo burgués o conservador

Una parte de la burguesía desea mitigar las injusticias sociales, para de este modo garantizar la perduración de la sociedad burguesa.

Se encuentran en este bando los economistas, los filántropos, los humanitarios, los que aspiran a mejorar la situación de las clases obreras, los organizadores de actos de beneficencia, las sociedades protectoras de animales, los promotores de campañas contra el alcoholismo, los predicadores y reformadores sociales de toda laya.

Pero, además, de este socialismo burgués han salido verdaderos sistemas doctrinales. Sirva de ejemplo la Filosofía de la miseria de Proudhon.

Los burgueses socialistas considerarían ideales las condiciones de vida de la sociedad moderna sin las luchas y los peligros que encierran. Su ideal es la sociedad existente, depurada de los elementos que la corroen y revolucionan: la burguesía sin el proletariado. Es natural que la burguesía se represente el mundo en que gobierna como el mejor de los mundos posibles. El socialismo burgués eleva esta idea consoladora a sistema o semisistema. Y al invitar al proletariado a que lo realice, tomando posesión de la nueva Jerusalén, lo que en realidad exige de él es que se avenga para siempre al actual sistema de sociedad, pero desterrando la deplorable idea que de él se forma.

Una segunda modalidad, aunque menos sistemática bastante más práctica, de socialismo, pretende ahuyentar a la clase obrera de todo movimiento revolucionario haciéndole ver que lo que a ella le interesa no son tales o cuales cambios políticos, sino simplemente determinadas mejoras en las condiciones materiales, económicas, de su vida. Claro está que este socialismo se cuida de no incluir entre los cambios que afectan a las “condiciones materiales de vida” la abolición del régimen burgués de producción, que sólo puede alcanzarse por la vía revolucionaria; sus aspiraciones se contraen a esas reformas administrativas que son conciliables con el actual régimen de producción y que, por tanto, no tocan para nada a las relaciones entre el capital y el trabajo asalariado, sirviendo sólo -en el mejor de los casos- para abaratar a la burguesía las costas de su reinado y sanearle el presupuesto.

Este socialismo burgués a que nos referimos, sólo encuentra expresión adecuada allí donde se convierte en mera figura retórica.

¡Pedimos el librecambio en interés de la clase obrera! ¡En interés de la clase obrera pedimos aranceles protectores! ¡Pedimos prisiones celulares en interés de la clase trabajadora! Hemos dado, por fin, con la suprema y única seria aspiración del socialismo burgués.

Todo el socialismo de la burguesía se reduce, en efecto, a una tesis y es que los burgueses lo son y deben seguir siéndolo... en interés de la clase trabajadora.

3. El socialismo y el comunismo crítico-utópico

No queremos referirnos aquí a las doctrinas que en todas las grandes revoluciones modernas abrazan las aspiraciones del proletariado (obras de Babeuf, etc.).

Las primeras tentativas del proletariado para ahondar directamente en sus intereses de clase, en momentos de conmoción general, en el período de derrumbamiento de la sociedad feudal, tenían que tropezar necesariamente con la falta de desarrollo del propio proletariado, de una parte, y de otra con la ausencia de las condiciones materiales indispensables para su emancipación, que habían de ser el fruto de la época burguesa. La literatura revolucionaria que guía estos primeros pasos vacilantes del proletariado es, y necesariamente tenía que serlo, juzgada por su contenido, reaccionaria. Estas doctrinas profesan un ascetismo universal y un torpe y vago igualitarismo.

Los verdaderos sistemas socialistas y comunistas, los sistemas de Saint-Simon, de Fourier, de Owen, etc., brotan en la primera fase embrionaria de las luchas entre el proletariado y la burguesía, tal como más arriba la dejamos esbozada. (V. el capítulo “Burgueses y proletarios”).

Cierto es que los autores de estos sistemas penetran ya en el antagonismo de las clases y en la acción de los elementos disolventes que germinan en el seno de la propia sociedad gobernante. Pero no aciertan todavía a ver en el proletariado una acción histórica independiente, un movimiento político propio y peculiar.

Y como el antagonismo de clase se desarrolla siempre a la par con la industria, se encuentran con que les faltan las condiciones materiales para la emancipación del proletariado, y es en vano que se debatan por crearlas mediante una ciencia social y a fuerza de leyes sociales. Esos autores pretenden suplantar la acción social por su acción personal especulativa, las condiciones históricas que han de determinar la emancipación proletaria por condiciones fantásticas que ellos mismos se forjan, la gradual organización del proletariado como clase por una organización de la sociedad inventada a su antojo. Para ellos, el curso universal de la historia que ha de venir se cifra en la propaganda y práctica ejecución de sus planes sociales.

Es cierto que en esos planes tienen la conciencia de defender primordialmente los intereses de la clase trabajadora, pero sólo porque la consideran la clase más sufrida. Es la única función en que existe para ellos el proletariado.

La forma embrionaria que todavía presenta la lucha de clases y las condiciones en que se desarrolla la vida de estos autores hace que se consideren ajenos a esa lucha de clases y como situados en un plano muy superior. Aspiran a mejorar las condiciones de vida de todos los individuos de la sociedad, incluso los mejor acomodados. De aquí que no cesen de apelar a la sociedad entera sin distinción, cuando no se dirigen con preferencia a la propia clase gobernante. Abrigan la seguridad de que basta conocer su sistema para acatarlo como el plan más perfecto para la mejor de las sociedades posibles.

Por eso, rechazan todo lo que sea acción política, y muy principalmente la revolucionaria; quieren realizar sus aspiraciones por la vía pacífica e intentan abrir paso al nuevo evangelio social predicando con el ejemplo, por medio de pequeños experimentos que, naturalmente, les fallan siempre.

Estas descripciones fantásticas de la sociedad del mañana brotan en una época en que el proletariado no ha alcanzado aún la madurez, en que, por tanto, se forja todavía una serie de ideas fantásticas acerca de su destino y posición, dejándose llevar por los primeros impulsos, puramente intuitivos, de transformar radicalmente la sociedad.

Y, sin embargo, en estas obras socialistas y comunistas hay ya un principio de crítica, puesto que atacan las bases todas de la sociedad existente. Por eso, han contribuido notablemente a ilustrar la conciencia de la clase trabajadora. Mas, fuera de esto, sus doctrinas de carácter positivo acerca de la sociedad futura, las que predican, por ejemplo, que en ella se borrarán las diferencias entre la ciudad y el campo o las que proclaman la abolición de la familia, de la propiedad privada, del trabajo asalariado, el triunfo de la armonía social, la transformación del Estado en un simple organismo administrativo de la producción.... giran todas en torno a la desaparición de la lucha de clases, de esa lucha de clases que empieza a dibujarse y que ellos apenas si conocen en su primera e informe vaguedad. Por eso, todas sus doctrinas y aspiraciones tienen un carácter puramente utópico.

La importancia de este socialismo y comunismo crítico-utópico está en razón inversa al desarrollo histórico de la sociedad. Al paso que la lucha de clases se define y acentúa, va perdiendo importancia práctica y sentido teórico esa fantástica posición de superioridad respecto a ella, esa fe fantástica en su supresión. Por eso, aunque algunos de los autores de estos sistemas socialistas fueran en muchos respectos verdaderos revolucionarios, sus discípulos forman hoy día sectas indiscutiblemente reaccionarias, que tremolan y mantienen impertérritas las viejas ideas de sus maestros frente a los nuevos derroteros históricos del proletariado. Son, pues, consecuentes cuando pugnan por mitigar la lucha de clases y por conciliar lo inconciliable. Y siguen soñando con la fundación de falansterios, con la colonización interior, con la creación de una pequeña Icaria, edición en miniatura de la nueva Jerusalén... . Y para levantar todos esos castillos en el aire, no tienen más remedio que apelar a la filantrópica generosidad de los corazones y los bolsillos burgueses. Poco a poco van resbalando a la categoría de los socialistas reaccionarios o conservadores, de los cuales sólo se distinguen por su sistemática pedantería y por el fanatismo supersticioso con que comulgan en las milagrerías de su ciencia social. He ahí por qué se enfrentan rabiosamente con todos los movimientos políticos a que se entrega el proletariado, lo bastante ciego para no creer en el nuevo evangelio que ellos le predican.

En Inglaterra, los owenistas se alzan contra los cartistas, y en Francia, los reformistas tienen enfrente a los discípulos de Fourier.

IV.-ACTITUD DE LOS COMUNISTAS ANTE LOS OTROS PARTIDOS DE LA OPOSICION

Después de lo que dejamos dicho en el capítulo II, fácil es comprender la relación que guardan los comunistas con los demás partidos obreros ya existentes, con los cartistas ingleses y con los reformadores agrarios de Norteamérica.

Los comunistas, aunque luchando siempre por alcanzar los objetivos inmediatos y defender los intereses cotidianos de la clase obrera, representan a la par, dentro del movimiento actual, su porvenir. En Francia se alían al partido democrático-socialista contra la burguesía conservadora y radical, mas sin renunciar por esto a su derecho de crítica frente a los tópicos y las ilusiones procedentes de la tradición revolucionaria.

En Suiza apoyan a los radicales, sin ignorar que este partido es una mezcla de elementos contradictorios: de demócratas socialistas, a la manera francesa, y de burgueses radicales.

En Polonia, los comunistas apoyan al partido que sostiene la revolución agraria, como condición previa para la emancipación nacional del país, al partido que provocó la insurrección de Cracovia en 1846.

En Alemania, el partido comunista luchará al lado de la burguesía, mientras ésta actúe revolucionariamente, dando con ella la batalla a la monarquía absoluta, a la gran propiedad feudal y a la pequeña burguesía.

Pero todo esto sin dejar un solo instante de laborar entre los obreros, hasta afirmar en ellos con la mayor claridad posible la conciencia del antagonismo hostil que separa a la burguesía del proletariado, para que, llegado el momento, los obreros alemanes se encuentren preparados para volverse contra la burguesía, como otras tantas armas, esas mismas condiciones políticas y sociales que la burguesía, una vez que triunfe, no tendrá más remedio que implantar; para que en el instante mismo en que sean derrocadas las clases reaccionarias comience, automáticamente, la lucha contra la burguesía.

Las miradas de los comunistas convergen con un especial interés sobre Alemania, pues no desconocen que este país está en vísperas de una revolución burguesa y que esa sacudida revolucionaria se va a desarrollar bajo las propicias condiciones de la civilización europea y con un proletariado mucho más potente que el de Inglaterra en el siglo XVII y el de Francia en el XVIII, razones todas para que la revolución alemana burguesa que se avecina no sea más que el preludio inmediato de una revolución proletaria.

Resumiendo: los comunistas apoyan en todas partes, como se ve, cuantos movimientos revolucionarios se planteen contra el régimen social y político imperante.

En todos estos movimientos se ponen de relieve el régimen de la propiedad, cualquiera que sea la forma más o menos progresiva que revista, como la cuestión fundamental que se ventila.

Finalmente, los comunistas laboran por llegar a la unión y la inteligencia de los partidos democráticos de todos los países.

Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar.

¡Proletarios de todos los Países, uníos! .